Logrando calmarse luego de un minuto de ver que Masaru estaba bien, el niño se acomodó en su sitio en medio de Daiki y Daitaro, cerró los ojos y esperó no volver a esa pesadilla.
Horas después, los niños despertaron con el sonido de la alarma que Daitaro se encargaba de poner antes de irse a dormir. Curiosamente, Daiki siempre se levantaba mucho antes de que la alarma sonara, no le encontraba mucho sentido pero creía que una especie de aprensión a escuchar la alarma sonar lo obligaba a despertarse.
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