“Aunque ese personaje se salvaba de caídas algo imposibles… Si es quien creo que es” comentó Daitaro “No sabré mucho de juegos pero seguro que entendí la referencia”
Mitsuru asintió fuertemente. Eita miraba a Daitaro completamente impresionado.
“Wow…”
“Daitaro…” murmuró Daiki al verlo entre frustrado y preocupado. Daitaro, justo después de acercarse a Hachi y cargarlo ahora entre sus brazos, le sonrió con mucho orgullo.
“¿Acaso no crees que tu gemelo es genial?”
“Porqué siento un Déjà vu... Daitaro tú...” Daiki desvió la mirada para verse en conflicto.
"No vi otra manera de bajar de ahí" dijo Daitaro al ver a su hermano preocupado “Seguro que me resbalaba y me caía si hubiera intentado bajar de otra forma…, no te enojes…”
“¿Y dices que no eres el más ágil?... No cualquiera puede brincar así” comentó Eita al compartir la emoción de Mitsuru por haber presenciado semejante salto.
“No lo soy, mi hermano Masaru también…”
“Daitaro, deja de ser tan modesto, Masaru no puede hacer eso” dijo Mitsuru antes de dirigirse a Eita. “No sabe cómo recibir cumplidos, disculpalo”
“Entiendo, aunque…, es imposible no elogiar algo así” Eita se dirigió a Daitaro, quien se sonrojó levemente por escuchar eso.
“Ah…, quizá sí debí haber bajado de otra forma…”
“Está bien que presumas tus habilidades, rara vez lo haces” Mitsuru le dedicó un pulgar arriba. El pelirrojo pasó su mano por detrás de su cabeza y rió con ligero nerviosismo.
“¿Tomas algún entrenamiento especial? Sólo he visto a adultos brincando así en las películas o videos de internet”
“En realidad he practicado usando videos en internet…, no sé hacer mucho, pero es muy útil para ocasiones como esta” respondió Daitaro aún con el sonrojo en su rostro.
“Ni si hicir michi” dijo Mitsuru al burlarse de la modestia de su hermano. “Ya haces más que otros con sólo hacer eso”
“¡Mitsuru!” exclamó Daitaro al fruncir el ceño y verse entre avergonzado y molesto. No le gustaba que le presumieran a otros lo que él hacía. No sabía bien la razón, pero le daba mucha pena y realmente sólo quería que terminaran la conversación…, era algo así como ser forzado a una zona incómoda.
“¿Qué? Sólo digo la verdad, ah, sabe hacer más cosas, no le creas cuando dice que sólo sabe hacer eso” Mitsuru disfrutaba bastante el poder molestar a Daitaro, pues era muy raro lograr hacerlo enojar. Dudaba que eso fuera ‘enojarse’, pero al menos sí contaba como verlo ‘molesto’.
“Pues eso es genial, me gustaría hacer lo mismo que tú” dijo Eita “No cualquiera puede aprender por su cuenta, más por que es fácil lastimarse”
“Ah…, ni lo menciones” Daitaro miró de reojo a Daiki, quien estaba demasiado callado para su gusto.
Eita siguió su mirada. Creyendo entender lo que pasaba, prefirió terminar la conversación.
“Entonces, muchas gracias por ayudarme con el pajarito, no sé qué habría sido de mi si no hubieran venido” Eita miró a los tres muy agradecido.
“¡Eita!” exclamó una voz que nadie más que el pelinegro había reconocido.
Los niños voltearon en su dirección y subsecuentemente vieron a una niña de cabello castaño claro atado con moños azul claro en dos coletas, piel de un tono más claro que el de Eita, traía puesto un vestido del mismo color de sus moños junto con un sueter delgado de color rosa.
“Aoi…”
“¡¿Por qué te quedaste atrás?! ¡Mis papás ya se adelantaron!” exclamó la niña con evidente molestia. Eita sonrió nerviosamente ante el reclamo.
“Lo siento, es sólo que escuché a un pajarito y…”
“¡No me des tus excusas sin sentido! ¡Por tu culpa llegaremos tarde y quien sabe si alcancemos paletas de hielo!”
Los hermanos miraron el intercambio sin saber qué decir; sin embargo, Daitaro se acercó con ánimo de ayudar.
“Perdona que me meta, pero es verdad que ayudaba a un pajarito a regresar a su nido” explicó Daitaro con calma. “Mis hermanos le estaban ayudando”
“Oy…” Daiki no entendía la necesidad de que les diera el crédito cuando él había sido quien había puesto al pajarito en el nido.
Aoi volteó a ver a Daitaro antes de mirar a Daiki y percatarse de que eran idénticos.
“...” Al notar la mirada perdida de la niña, Daiki frunció el ceño y cruzó sus brazos con mucho enfado.
“Sí, somos gemelos, ¿algún problema?” Ante la pregunta defensiva, la niña cambió su expresión por una mueca denotando disgusto. Apartó la mirada de Daiki y pronto miró a Daitaro con algo de pena.
“Es la primera vez que veo a dos niños idénticos…”
“Descuida, es normal que la gente se nos quede viendo” respondió Daitaro luego de reír por un momento.
“Disculpa, no quise ser grosera…”
“¡Woof!” ante el ladrido, la niña se le quedó viendo al perrito y le sonrió dulcemente.
“¿Puedo acariciarlo?”
“Seguro, le gusta mucho que lo acaricien”
“Mucho gusto, cosita linda, me llamo Aoi” dijo la niña al presentarse con el cachorrito, claro que, al hacer esto, se dio cuenta de que no se había presentado con los otros.
“Hachi es nuestro perro también, si quieres acariciarlo tienes que pedirnos permiso” dijo Daiki al ver con tirria a la niña. Aoi ignoró la parte desagradable de su comentario para enfocarse en lo que le había importado.
“¿Te llamas Hachi? ¡Qué lindo nombre!” dijo ella poco antes de mirar a Eita nuevamente. “¡Ah…! ¡Se supone que vine por ti!”
Los niños la vieron con curiosidad, claro, con excepción de Daiki quien sólo quería que se fuera.
“¡Vamos a llegar tarde, vámonos!” dijo ella al sujetar a Eita de la muñeca.
“Espera, Aoi…” Eita miró a los otros. “Mi prima es algo rara pero es buena persona, creo”
“¡¿Cómo que crees?!”
“Sí…, en fin, ya nos vamos, haha” dijo Eita mientras veía a Daiki con diversión. “¡Nos vemos luego, Daiki!”
Los hermanos miraron el cómo Eita se alejaba al ser jalado de la muñeca por Aoi mientras se despedía agitando enérgicamente su mano. Los niños regresaron el gesto por unos segundos antes de mirar a Daiki con burla.
“Entonces…, ¿amigo nuevo?”
“Mitsuru…”
“¿Novio?”
“Basta” El pelirrojo suspiró con hastío. Miró a Daitaro y negó levemente con la cabeza.
“¿Qué sucede?” preguntó él al ver cómo Daiki se alejaba. Daitaro y Mitsuru aceleraron el paso para quedarse caminando a su lado.
"No puedes estar saltando así" Primero Masaru y ahora su gemelo, ¿por qué hacían esto?
"Pero..."
"No está bien que hagas eso sin que alguien te supervise"
“Ya no lo había hecho…, sólo fue por esta vez”
“Daitaro, no mientas, sólo puedes saltar así porque has estado practicando” Daiki no sabía cómo explicar su sentir, pero al menos sabía que le enojaba pensar que su hermano pudiera lastimarse.
“Sólo le tienes envidia, es genial que salte así. Ya quisiéramos poder hacer eso”
“¿Envidia?... Mitsuru, entiendo que eres tonto, pero no exageres” el de ojos rojos dijo con mucha irritación. “Daitaro no tiene un instructor que sepa de estas cosas, no sabe si hace las cosas apropiadamente, podría fácilmente lastimarse o incluso morir en uno de esos saltos con tan sólo caer mal…”
“...Sé que no te gusta que haga esto, pero… Daiki, siempre me ha parecido útil saber hacerlo”
“Y no estoy diciendo que no lo hagas, sólo quiero que alguien pueda enseñarte antes de que sigas haciendo eso con más frecuencia”
“Si le dijiste que ya no brinque así es porque le pediste que parara, el tonto aquí eres tú” respondió Mitsuru haciendo un puchero.
“¡Sabes lo que quise decir!” exclamó Daiki con mucha frustración.
“Daiki…” murmuró Daitaro con tristeza. “Entiendo eso, pero… Dudo mucho que nuestro tío quiera pagarme una clase de parkour…”
“Lo sé, y no espero que le pidas un favor a ese tipo, así que por el momento ya no brinques así”
“Hmm…” Daitaro se quedó pensando en esto. “¿Si llegara a conseguir quién me enseñe entonces ya no te preocuparás?”
“...Al menos aceptaré que sigas”
“Está bien, prometo ya no saltar así hasta que encuentre a alguien…, pero, si me veo en necesidad de brincar entonces lo haré, ¿estamos de acuerdo?”
“Como sea” Daiki cerró los ojos y asintió no muy contento. Daitaro sonrió satisfecho antes de ofrecerle su mano.
“Aunque…, si lo estás obligando a dejarlo, ¿te das cuenta de que podría lastimarse luego por no seguir practicando?” preguntó Mitsuru mientras veía a Daiki sujetar la mano de Daitaro.
“Descuida, no pide nada que no sea razonable, es cierto que uno se puede lastimar si brinca demasiado” dijo Daitaro.
“Pero si nunca más brincas…”
“Tan sólo tengo que encontrar un instructor, ¿no es así?” ante la pregunta, Daiki asintió. “¿Ves?”
“Eh…, bueno, si tú lo dices…” Mitsuru llevó la mirada al piso y se quedó mirando la banqueta mientras caminaba, notando algunas flores moradas que desconocía. Yacían en espacios que hacían que uno se preguntara si realmente era posible que algo creciera de ahí. No es como que pensara en esto, ni siquiera solía prestarle atención a algo así, pero… De alguna manera había sido imposible no percatarse.
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Los niños regresaron al apartamento. Caminaron a la sala y se encontraron con Masaru durmiendo en el sofá. Daiki olvidó su molestia momentáneamente al ver que su hermano estaba dormido. ¿Por qué le llamaba la atención de esa manera?
Pues…
Es sólo que Masaru era el que más energía tenía y era completamente extraño verlo dormido durante el día.
“¿Cuándo fue que se durmió?” preguntó Daiki al observar al pelinegro durmiendo apacible sobre el sofá. Mitsuru se acercó a él, se sentó a su lado y procedió a picarle la mejilla con el dedo índice. Le divertía ver a Masaru hacer gestos de incomodidad.
Daitaro se acercó casi enseguida y le gestionó que lo dejara en paz. Mitsuru le dedicó un puchero pero accedió a esto sin mucha queja.
“Pues… en algún momento mientras mirábamos el canal de cocina” explicó.
“¿Qué? ¿Qué hacían viendo eso?...” Daiki preguntó al fruncir el ceño denotando su confusión.
“Masaru mencionó que le interesaba saber de nuevas recetas para poder hacerlas luego”
“Vaya…” murmuró Mitsuru. “¿Pero qué no dijo que no haría nada hasta que no lavaramos los platos?”
“Lo mismo le dije, pero comentó que eso no significaba que no le interesara. Tan sólo quería saber si había más que pudiera hacer”
“Ugh…” murmuró Masaru de repente. Los tres voltearon a verlo con curiosidad. “¿Hm? ¿Mitsuru…?”
“Apenas puedo creer que te hayas puesto a ver el canal de cocina. Sé que querías cocinar, pero, ¿qué eso no es pasarte? Es casi como si nos dices que estabas viendo las noticias” dijo el de ojos azules al de ojos verdes, quien seguía medio dormido.
“¿Ah…?”
“Digo que pareces un anciano al dormirte viendo el canal de cocina” contestó Mitsuru muy sonriente. “¿Entonces?”
“No recuerdo nada de lo que acabas de decir… Me acabo de levantar”
“Encuentro raro tu interés… ¿acaso te pasó algo?” ante la pregunta con poco sentido de su hermano, Masaru tan sólo lo miró con cansancio…, aunque bueno, todavía tenía sueño.
“No” respondió el de ojos verdes simplemente.
“¿Te amenazaron?”
“No”
“¿Te lavaron el cerebro?”
“No”
“¿Te clonaron?”
“Mitsuru…” Masaru frunció el ceño antes de hacerse bolita y darle la espalda. “Olvidalo, me dormiré otro rato”
“Eh…, pero qué aburrido. ¿Acaso se siente mal?”
“No…, pero supongo que el canal de cocina lo arrulló” dijo Daitaro muy divertido. Daiki se quedó pensando en esto.
“¿No será que durmió mal debido a la pesadilla que tuvo?” sugirió. Daitaro se vio sorprendido ante la mención.
“Ah…, es verdad, puede que esté más cansado hoy por lo mismo”
“Bueno, sólo por eso lo dejaré en paz” dijo Mitsuru “Ahora, donde deje mi juego…”
“No, eso será luego” dijo Daiki al acercarse a su hermano y sujetarlo de la muñeca. Mitsuru lo miró de forma interrogante. “Tenemos que lavar los platos”
“¿Eh? ¿Acaso vas a decirme que cambiaste de parecer y el correr al parque fue en vano?” cuestionó el rubio mientras era jalado hacia la cocina.
“...”
“¡¿Qué es es ese silencio?! ¡¿Es que acaso te remordió la conciencia?! ¡Espera! ¡No, no! ¡No quiero lavar platos, no me impongas tu culpa! ¡A mi no me importa que laven ellos! ¡Ahhh…!” exclamó Mitsuru dramáticamente, como si el otro lo estuviera llevando al infierno.
Daitaro observó la escena en silencio.
“¡Woof!” Ante el ladrido, el pelirrojo lo acarició un par de veces antes de dejarlo finalmente en el piso para que caminara. Daitaro, quien estaba detrás del sofá, saltó por encima y se sentó a un lado de Masaru. Encendió la televisión y se quedó mirando el canal de cocina nuevamente.
“Hnngh…” Masaru abrió los ojos lentamente, encontrando a Daitaro a un lado de él. Daitaro lo vio con curiosidad, esto, antes de agarrar un cojín y ponerlo pegado a sus piernas. El pelirrojo le dio unas palmaditas, indicando así que quería que el otro se acercara.
Sin mucho pensarlo, Masaru se acercó y se recostó sobre el cojín.
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