El hotel Iris era exclusivo, todas sus habitaciones eran de lujo y sus huéspedes pertenecían a la clase alta. Sin importar la época del año, era difícil obtener una reservación. La familia Walker era dueña de diferentes negocios y asociaciones. Uno de estos, consistía en cadenas hoteleras de renombre tanto nacional como internacionales. Iris era uno de ellos, por eso, Damián era propietario permanente de una de las suites de lujo.
Al arribar al hotel el alfa vio como Maika aún dormía plácidamente, agarró la tarjeta de la suite y se dispuso a tomar en brazos al omega y dirigirse hacia la habitación. Los empleados se encontraban listos para llevar el equipaje y estacionar el vehículo.
—Joven Walker, bienvenido su suite —aún cuando Damián hizo un gesto indicándole al empleado que guardara silencio, había sido tarde.
Pues sintió como Maika parecía haber oído aquella voz, este comenzaba a moverse y empezaba a abrir los ojos lentamente.
—¿Descansaste? —preguntaba sonriente el alfa.
—¿Podrías bajarme? Por favor.
—Parece que tendré que esperar a la noche de bodas para cargarte hasta la habitación —decía mientras bajaba al omega delicadamente de sus brazos.
—Estás loco —declaró, desviando la mirada y escondiendo su cara del alcance de aquellos ojos, pues no quería que este notara su reacción ante aquellas palabras.
Al ver el lugar donde se quedarían, el omega tuvo recuerdos de su niñez, recordaba haber visitado un sitio parecido con sus padres. Esa memoria traía consigo sentimientos encontrados, era feliz pues aún podía recordar el rostro y recuerdos que tuvo con sus padres, pero al saber que no habría más momentos con ellos hacía que la tristeza se hiciera presente.
La recepción de aquel hotel era inmensa, los pirales eran de mármol y en medio de aquella enorme sala, se encontraba un candelabro monumental, este estaba hecho de diamantes y otras piedras preciosas. Las cuales reflejaban la luz de una manera hermosa.
—¿No se supone que vayamos a reservar? —preguntaba confundido Maika.
—Vamos —respondía el alfa mostrando una tarjeta negra en la mano.
Tomaron el elevador al piso número 27, este resultaba ser el último piso del lugar. El hotel no contaba con muchos pisos, por tanto, ese lugar en específico se consideraba aún más exclusivo que las otras cadenas, las habitaciones eran enormes y todas tenían vista al mar.
—¿Porque solo tienes una llave?
—¿Qué no es obvio? —decía con una sonrisa juguetona —Adelante.
Al entrar lo primero que vio fue el enorme ventanal que proveía una vista espléndida hacia el mar, el cuarto también contaba con una terraza exterior. Notó como era casi mágico ver el cielo mostrando su paisaje estrellado, el cual se veía reflejado en aquel inmenso mar. Después de quedar embelesado por el panorama, Maika giró su cabeza hacia la cama. La suite mostraba un enorme lecho blanco, de cada lado tenía una mesa de cristal. Aun cuando esta también contaba con un candelabro, las luces que este emitía se podían modificar dependiendo de la preferencia del cliente. El lugar, también contaba con unos sillones color gris, todo en esa habitación se veía demasiado lujoso y pulcro.
—Dormiré en el sillón —exclamó sin dejar de ver aquella única cama en el cuarto.
—No es necesario —decía Damián acercándose.
—Yo... yo, no importa dormiré en el sillón.
—En verdad no es necesario.
—No pretendo dormir en la misma cama, no lo haré.
—Auch eso dolió, pero no lo decía por eso —la cara del omega mostraba confusión —Sígueme.
El alfa comenzó a avanzar hacia una de las paredes de esa habitación, ahí viendo de cerca notó como esta contaba con una puerta. Al girar la perilla, dejó al descubierto, otro cuarto igual de inmenso que en el que se encontraban.
—Sabía que no te sentirías cómodo durmiendo en la misma habitación, así que puedes usar este cuarto, cuenta con su propia terraza y baño.
Tal gesto, le resultaba un poco difícil de entender, pues le extrañaba como este no estaba tratando de aprovecharse de la situación, en donde un omega tenía que obedecerle por 48 hrs.
—Gracias.
—Si te estás preguntando si preferiría que durmieras a mi lado, la respuesta es sí. Pero no quiero obligarte a hacerlo... Aunque siempre puedes abrir esta puerta si cambias de parecer —declaró, acariciando levemente la parte posterior de la cabeza de Maika —Ahora descansa, pues mañana nos espera un día ocupado.
El omega tomó un baño luego de quedarse solo en la habitación, la regadera se hallaba rodeada de paredes de cristal y también había una enorme tina. La ducha con agua tibia resultó muy agradable. Conforme se acercaba a la cama, vio como el saco de Damián estaba en una esquina, lo tomó entre sus manos, aún podía oler las feromonas del alfa en él.
—Se lo devolveré mañana —dijo apretando la prenda.
Bzzz bzzz
—Tomaremos el desayuno a las 10:30 am, descansa.
—Ok...descansa.
Respondía mientras se acurrucaba en la cama sin soltar el saco. Se dispuso a mandar un mensaje a su abuela y notó un mensaje de Ezra, este había sido recibido temprano ese día.
—Delicioso 😋.
El mensaje mostraba una foto de lo que parecía ser pollo sobre una cama de vegetales.
—¿Cocinaste?
Pasaron unos minutos y no hubo respuesta, era algo raro que Ezra no contestara, pero supuso que quizás había tenido que ir a trabajar al bar. Puso la alarma y se dispuso a dormir. El omega había caído en un profundo sueño abrazando aquel saco, a tal grado que no sintió el paso del tiempo, hasta que oyó el sonido del despertador.
Después de apagar la alarma, revisó si Ezra había contestado.
—Es extraño —exclamó al no ver respuesta, le marcó, pero fue dirigido al buzón —Debe esta dormido —dijo mirando la pantalla del celular.
El omega revisó el pronóstico del día, este mostraba un clima frío, con cielos despejados. Era obvio que la brisa helada era el motivo de que aquella playa se encontrara vacía. Maika sacó un pantalón kaki de vestir con un corte pegado al cuerpo, un suéter delgado blanco con rayas negras, zapatos cafés, acompañado de la gabardina. Después de tomar otra ducha se dispuso a arreglarse para estar listo a la hora acordada. Abrió la puerta que comunicaba a la otra habitación y vio el torso descubierto de Damián, este se estaba poniendo un suéter de cuello de tortuga.
—Vaya, parece que alguien madrugó —decía terminando de acomodar su ropa.
—Solo no quería llegar tarde.
—¿Qué tienes ahí?
—Olvidé darte esto ayer... gracias —proclamó estirando el brazo con el saco en mano.
—Será mejor que nos vayamos —declaraba tomando la prenda.
Se dirigieron al comedor, este era enorme. Tenía una vista panorámica al mar de 360, cada mesa en ese lugar contaba con un espacio suficiente con el fin de no molestar a los comensales de al lado.
—Aquí no es —decía Damián al ver que el omega se disponía a entrar aquel lugar.
El anfitrión de aquel día los dirigió a una sala exclusiva en el ala sur. Este comedor no solo contaba con bufet de comida sino también de bebidas. Y de alguna manera parecían estar aún más cerca del océano.
—¿Les gustaría ordenar algo de beber? —preguntaba el mesero.
—Un jugo de mango —decía Maika.
—Para mí un espresso.
—Enseguida.
—¿Dormiste bien?
—Podría decirse —Maika por ninguna manera pretendía aceptar, que gracias aquel saco, había dormido profundamente.
—Es bueno oír que dormiste bien.
—¿Están listos para ordenar?
Maika había pedido unas crepas rellenas de frutos rojos y queso crema. Damián por su parte, eligió unos huevos benedic acompañados de una ensalada de espárragos. El desayuno fue la mayor parte en silencio, pues, aunque el omega la estaba pasando bien. No podía dejar de pensar el por qué Ezra aún no respondía.
—Espero que estés preparado.
—Quizás si me hubieras dicho que se supone que me espera, podría estarlo.
—Y perderme tu cara de sorpresa al verlo —decía poniendo su mano en el mentón y el dedo índice sobre sus labios —No lo creo.
El alfa levantó la mano para atraer la atención del mesero.
—Diga joven Walker.
—¿Podrían preparar mi vehículo?
—Claro, enseguida.
Al girar su mirada de nuevo hacia el omega, captó a Maika mirando el mar. Los rayos de sol que caían sobre él hacían resaltar las tonalidades de su cabello, y comenzaban a poner una ligera tonalidad roja sobre las mejillas. Damián veía como los labios del omega, quien ahora le veía fijamente, se movían, pero este no lograba escuchar lo que estos pronunciaban.
—yendo? ¿Me estás oyendo?
—Discúlpame, me perdí.
—¿En qué exactamente?
—En ti —pronunció con una ligera sonrisa en su rostro. El omega se había quedado sin palabras, pues no solo era la imagen del alfa viéndole fijamente, aunado a eso este había dicho aquella frase.
—El vehículo está listo joven Walker.
—Deberíamos irnos —dijo Maika, levantándose de sobresalto de la silla. Damián por su parte le seguía con la mirada, sin quitar la sonrisa de su rostro.
—Parece ser que últimamente el mundo está en mi contra, ¿debería hacer algo para evitar ser interrumpidos de nuevo? —susurró al oído del omega.
Aun cuando no sabía el destino al que se dirigían, el paisaje que adornaba la carretera era hermoso, las hojas rojizas de los árboles contrastaban con el mar de fondo. El automóvil se detuvo en el jardín botánico Bella. Se notaba que aquel lugar era enorme, ya que las inmensas estructuras de cristal de los invernaderos sobresalían desde lejos.
Al entrar les colocaron unas pulseras, estás eran de color negro y tenían impreso en dorado VIP. Justo después de salir de aquella oficina, les esperaba una inmensa fuente en forma rectangular, esta se hallaba rodeaba de diferentes tipos de flores las cuales variaban dependiendo de la temporada. El primer invernadero contaba con dos pisos, las flores que adornaban aquel sitio hacían que todo pareciera una pintura.
—Woo.
—¿Qué te parece?
—Es muy bonito.
Conforme avanzaban parecían perderse en un lugar mágico, las fragancias tenues de las flores se unían en armonía, no solo era una experiencia visual sino también una agradable al olfato. La siguiente sala contaba con un techo de cristal pintado, los diferentes colores hacían parecer que los rayos de sol que se colaban dieran la impresión de estar teñidos de colores arcoíris. Maika veía todo detenidamente, nunca antes había estado en un lugar así.
Era agradable ver todas aquellas flores, de alguna manera retando a la naturaleza, al florecer, aunque no fuese la época del año adecuada para ellas. Recorrían aquel lugar en silencio, ambos disfrutando del paisaje, no sabían cuánto llevaban ahí pues el tiempo parecía simplemente detenerse ante tan mágico espacio.
—Me gustaría llevarte a un sitio especial —dijo estirando su mano. Maika vaciló unos segundos pues sabía lo que el toque del alfa hacía en su cuerpo.
—De acuerdo —declaró, a la par que entregaba su mano.
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