¿Recuerdan lo que les conté la vez pasada? Bueno ya no estoy corriendo por las calles ni persigo a una presunta bruja. Es un alivio tremendo sin duda. No quiere decir que yo la haya olvidado. Creo que eso sería imposible. Y sigo sin recordar de qué color son sus ojos cautivadores.
Ahora estoy en un sitio muy distinto. Me encuentro en una ala donde todas las aulas son amplias y creo que parecen ser una especie de auditorios. A veces es un poco difícil saber lo que hace el profesor allá abajo.
La verdad es que no me parece normal que yo esté en una academia de cierto prestigio porque no soy noble. De serlo lo más seguro sería que tuviera decenas de tutores reconocidos que se ocuparían de mi educación hasta el más mínimo detalle. A pesar de eso heme aquí estudiando como muchos otros adolescentes y todos van bien vestidos.
Unos cuantos alumnos lucen muy elegantes cuando salen a caminar por allí, pero parece que eso no está permitido para los estudiantes promedio como yo.
—¡Rayos! ¡Cómo quisiera vestirme así como Michelangelo! Así podría impresionar a las chicas en un parpadeo—comentó Kyle, lleno de envidia de la mala.
—No sé qué les ven, hasta parecen unos simples muñecos—intervine solo para molestarlos.
—Pues, eso es lo que buscan las chicas de ahora, que no parezcamos reales sino de otro mundo—Giancarlo nos aclaró el misterio.
—En todo caso yo no debería de estar aquí, así que me marcho—me despedí pronto de ese duo de aduladores sin autoestima.
Debía aprovechar la oportunidad para averiguar más sobre mi nuevo entorno. ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Qué le había ocurrido a la supuesta hechicera? ¿Por qué no recordaba nada de mi época estudiantil? Esas preguntas y muchas otras no paraban de llegar a mi mente.
He detectado a nuevas estudiantes por allá. Veamos qué revelaciones sobre este lugar podremos escuchar de boca de ellas.
—Sí, lo sé, Dina—la de pelo negro suspiraba—. Es una pena que tengamos que llevar clases extras durante estas vacaciones, siendo esta una de las mejores temporadas del año.”
—Cierto, Lisa, el resto de los estudiantes solo regresarán hasta después de dos semanas—la rubia se quejaba de su situación—. Al menos algunos de los chicos apuestos nunca se han ido de la academia, así que aún tenemos algún chance-.
—No, querida amiga—Dina continuaba suspirando—. He sabido de boca de uno de sus allegados que planean visitar el Foresta Daghe entre otros lugares peligrosos.
Así que esos chicos de los que mis amigos nunca dejaban de parlotear eran estúpidos o adictos al extremo a los picos de adrenalina. O quizá a ambas cosas. Según rumores muy extendidos por aquí, la Foresta Daghe tiene monstruos fuertes que se ocultan en sus montes oscures y sus cavernas húmedas.
En esta institución todos los corredores son muy extensos. ¡Hasta los baños están algo lejos de las aulas! Los lavatorios también son un poco lujosos. Supongo que el campus debe de cubrir dos manzanas enteras o no me cansaría solo por tratar de llegar a la biblioteca. De hecho es ese edificio de tres pisos sobre la colina.
¿Por qué luce como si fuera una montaña? ¿Acaso no tengo el derecho y el deber incuestionable de echarme una siesta donde nadie me interrumpa?
Otra estructura que no se pueden perder es la Torre Barroca del Reloj. No tengo la menor idea de lo que quisieron decir con barroca. ¿Me pueden echar una mano con esto?
He de admitir que la idea de meterme en el rincón más apartado de la academia se me ocurrió por tener muchísimas ganas de volver a ver a mi brujita. Ahora creo que lo lamento muchísimo, pero mis piernas cansadas y mis pies adoloridos no me dejarán caer en un sueño demasiado profundo como para hacer otro extraño salto de esos. ¿Por qué ella no puede dejar que me quede en un mismo sitio?
—¡Ahí viene ese chico!—una niña contuvo su grito lo mejor que pudo mientras corría para esconderse.
Preferí ignorarla y dedicarme a soñar hasta encontrarme con mi amarga obsesión. Abrí la puerta por completo e ingresé en la biblioteca. Todo parecía ir de las mil maravillas, hasta que la encargada se levantó de su asiento y se me acercó sin hacer mucho ruido. Me colocó su mano sobre mi cabeza.
—Ni creas que te escaparás de esta. Ya me enteré de que sacaste un libro sin consultármelo y lo que es peor, ¡no lo has devuelto aún!—me regañó esa señora tan amargada.
—Que yo sepa, usted no es la bibliotecaria—le respondí sin cuidar mis palabras.
—¿Y solo por eso ya te crees el muy gallo como para venir aquí y campar a tus anchas?—la señora Morrigan me increpó al instante.
—Señora, está hablando muy fuerte, ¿no sabía usted que esto es la biblioteca?—le cuestioné con un tono muy humorístico en mi humildísima opinión.
—¡Pero qué chico más atrevido!—vociferó mientras me abofeteaba.
No estaba al tanto de que los empleados pudieran hacerle cosas semejantes a los alumnos, por poco creí que éramos prácticamente intocables. Ya veo que nunca fue el caso. Ah y debo agregar que no me dejan de doler mis dos mejillas. Solo espero que no me haya aflojado ningún diente.
De acuerdo, acepto que sí me lo gané por pellizcarle el trasero luego del segundo manotazo. Era lo único que parecía ser lo único bueno que ella podría tener. Y no, no era la gran cosa. Apostaría que padece de celulitis. Debería de sentirse agradecida de que alguien siquiera la tomó en cuenta.
Simplemente la dejé hablando sola y fui a tomar varios libros sobre cualquier tema tan solo para disimular. Algunos de los volúmenes trataban sobre la historia del lugar. Como se podrán imaginar, estos era los mejores para caer rendido ante la flauta de morfeo o cómo se llame eso.
Al poco tiempo se me acercaron dos chicas sin que me dirigieran la palabra ni una sola vez. Solo una de ellas era de tez clara y de una belleza, bueno, digamos que era limitada. La otra era un espanto, no tenía remedio. Era de esas adolescentes que antes de llegar a la adultez ya se han metido en todo lo relacionado con la hechicería, hasta que se convierte en una obsesión fatal para ellas.
No sé qué me hacían, pero me sentía cada vez más relajado. Era de lo más genial y luego tenía que ser todo un malpensado. Comencé a sospechar que me estaban haciendo algo que nos pondría en grave peligro, tal vez en peligro de ser expulsados permanentemente.
—Con este masaje de seguro caerás en un sueño tan profundo que viajarás a través de las dimensiones—dijo la espantapájaros, digo, la poco agraciada del grupo.
Ya no tenía qué temer, tan solo me ayudaban a conseguir mi meta inmediata. Eso no me dejó claro cómo era que estaban tan bien enteradas de mi extraño problema. ¿Será que ya se me había escapado alguno que otro detalle de mis andanzas por ese mundo de calles de piedra mientras dormitaba plácidamente?
Aunque si lo pienso bien, no me habría molestado que la bonita sí me hubiera hecho algo más. Habría sido de lo más genial… ¡Pero eso no! ¡Mi bolsa con todo mi dinero no! ¿Cómo se les ocurre? ¡Eso no era parte del trato!
Muy tarde, mi cuerpo ya no era capaz de reaccionar a los estímulos externos. Si me llega a suceder algo, sepan que culpo a esa demente de la vieja Morrigan por haberme dado esa tunda.
—El tiempo se va acabando tal como fue predicho por el oráculo—dijo una voz etérea—y aún no estás listo para enfrentar tu cruel destino; bueno, quizá sería mejor decir que solo es algo, ejem, “inusual”.
—¡Viejo loco!—le grité sin meditar en sus palabras.
—Y así—agregó la voz—las ruedas del destino no se detienen ni por un niño malcriado…
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