Fierro que quema las entrañas,
y retuerce en mi ser su insaciable agonía
de venenos repleta, ¿Te extrañas
acaso de desagradarme, harpía,
de veras?
Tu aguijón inconfundible en mi vientre
te veo clavar con placer en los ojos
amarillos, cadavéricamente vidriosos,
te divierte.
Salfumán pones en mis venas
rojas, y por azufre reemplazas mi sangre
a conciencia, alacrán que apenas
al pie alcanza, al de un hombre.
Pues, ¿Por qué tu zumbido,
bestia inmunda y ponzoñosa,
hace sobre mi cabeza ruido
y sitúa a mi psique a tu altura cochambrosa?
Comments (0)
See all