Cuando tártaro descubrió que Hana y Carlos se encontraban en nueva Zelanda, lo primero que hizo fue introducir a través de buques de carga, a cientos de personas listas para obedecer cualquier orden que él diera.
Sobornó y amenazó a decenas de personas para lograr su objetivo. Si enfrentaba a Carlos y a Hana, el país entero iba a interferir en la batalla; mantenerlos lejos era esencial para enfrentarlos sin interrupciones innecesarias. Un día pasó, luego dos, luego una semana y un mes pasó, lo que significaba que, durante este trayecto, él introdujo en nueva Zelanda a 5,000 personas.
Entre las cinco mil personas que llegaron, había pocos sujetos especiales, solo uno por ciudad, no podía arriesgarse a enviar más. Cuando todos estaban en posición, tártaro dio una simple orden “caos”.
Los cinco mil y los 4 sujetos especiales interpretaron la orden a su manera y el desastre que desvió los ojos del mundo hacia nueva Zelanda, comenzó. Comenzaron a golpear a la gente, a matar en público, incluso violaban a las mujeres en frente de todos los que estaban cerca.
Los sujetos especiales incendiaban casas y edificios y asesinaban a las personas a su alrededor. No les importaban si eran niños, ancianos, enfermos, mujeres embarazadas, asesinar era lo único para lo cual fueron enviados.
Conforme pasaban las horas, la situación empeoraba, la armada ya estaba al tanto, pero no iban a llegar en un instante. Secuestros en las cuatro ciudades empezaron a reportarse en todas las estaciones de policía. Horas después algunas de esas mujeres secuestras aparecían en plena calle, eran encontradas por agentes de policía y llevadas a la estación. Al dar sus testimonios, la sangre de los oficiales hervía con fuerza. Las atrocidades que les hicieron superaba incluso a un monstruo.
Los oficiales solo podían pensar en una cosa: si a esas chicas las destruyeron tanto física como psicológicamente, las chicas que aún no han encontrada deben de todavía estar viviendo un infierno.
Solo de pensar en qué les estarían haciendo les provocaba nauseas. Mientras pensaban en cómo encontrar a las demás víctimas, fueron atacados por los criminales de tártaro. No solo en esa estación, en todas las estaciones de la ciudad y de las demás ciudades también estaban siendo atacadas de forma simultánea.
Debían de salir para intentar recuperar el orden en las calles, pero ahora todos los policías estaban siendo arrinconados sin posibilidad de salir. Sin autoridades, las calles empeoraron, los criminales entraban a la fuerza a casas y departamentos solo para matar y violar. Los que aún estaban a salvo, subían a sus redes videos de todo el caos a tal punto que se viralizó la noticia.
Colgaban en los postes de luz y en puentes a todos, mujeres, niños, ancianos, etc. Y una vez muertos usaban sus cuerpos para jugar “tiro al blanco” solo se reían de lo que hacían, no había la mínima pisca de humanidad en todos ellos.
Mientras disparaban a los cuerpos, el sonido de disparos se duplicó, pensaron que otro grupo también estaba haciendo lo mismo y continuaron, pero mientras disparaban, varios sujetos detrás de ellos les apuntaron y asesinaron, al aproximarse, tenían ropas con manchas grises por todas partes, botas negras y armas similares. El ejército había llegado. Pronto, también la armada real.
Siguieron avanzando por las calles de la ciudad disparando a todo aquel que estuviera cometiendo crímenes. El horror era tal que el presidente dio la orden absoluta de disparar a discreción, si está cometiendo algún crimen fatal, será asesinado al instante. El presidente no sabía qué tipo de consecuencias traería su decisión, pero no se iba a arrepentir ni había tiempo de dudar, el pueblo estaba siendo masacrado, no había espacio para las dudas.
La armada disparaba sin detenerse, era tanta la cantidad de criminales que el ruido de las armas disparando, parecía el sonido de una fuerte lluvia. Sonido que no se detuvo durante horas.
La armada real también llegó, el buque principal se detuvo cerca de la capital de la ciudad. Los marinos descendieron de los buques y marcharon hacia las ciudades, otro grupo de marines se quedó en los puertos principales para impedir que alguien escapara y atacar toda nave que ayude a los criminales a escapar.
Mientras la ofensiva lograba recuperar ciertas áreas de las ciudades, algunos marines notaron que los sujetos que cometían los crimines eran extranjeros. Ninguno era originario de nueva Zelanda. Dedujeron que alguien debió de contratarlos y ordenarles que crearan el enorme caos, pero no que no descubrían aun y que les preocupaba, era el por qué hacer semejante atrocidad, les desesperaba no saber el propósito de todo ese caos.
Comments (0)
See all