El joven Shun nunca fue muy amante de los combates. Rehuía a todo tipo de violencia, no por cobardía, sino porque el sufrimiento ajeno (especialmente si era provocado por su persona), lo lastimaba aún más que si él mismo fuera el receptor del daño. Esa cualidad tan particular que lo diferenciaba de los demás niños con quienes había crecido estaba acompañada por una amabilidad natural; no dudaba de ayudar a quien lo necesitaba, aunque a veces eso implicaba pasarlo mal a posteriori. No obstante, su imagen de niño noble solía ser interpretada como debilidad. De hecho, su propia amiga June solía interrumpir los entrenamientos a los que eran sometidos en la isla temiendo que él no fuera capaz de soportarlo. Constantemente su maestro le marcaba aquello como un defecto que no le permitía progresar en su evolución como guerrero. Y tanto este como June sospecharon que él no estaba hecho para la batalla.
Shun no era ajeno a éstos prejuicios. Necesitaba probar a quien había sido lo más cercano a un padre que tuvo, que realmente sus enseñanzas habían dado sus frutos. No quería marcharse sin antes mostrarle algo de lo que había estado reservando por temor a lastimar a quienes lo rodeaban...
Esa pequeña demostración de la magnitud de su poder, implicó destruir no sólo un gran muro de roca, sino que casi deja inservible la armadura de Cepheo que portaba su instructor. Luego de esa extraña despedida, salió corriendo junto a su amiga June, que sonaba muy ansiosa por su partida.
―¡Apresúrate Shun! ¡Vas a perder el barco!
―Tranquila June, estamos cerca.
Como toda guerrera de Athena, June cubría su rostro con una máscara. Conforme a lo establecido por Santuario, esta era el símbolo que le hacía renunciar a su feminidad para ponerse a disposición como guerrera y protectora de la diosa. En adición a ésto, ningún hombre debía conocer el semblante de la portadora, salvo que el mismo estuviera dispuesto a morir como castigo por dicha ofensa.
Si bien Shun no podía ver las expresiones de su amiga, intuía por su tono de voz, que no estaba del todo contenta. Cuando ambos llegaron a la embarcación, giró sobre sí mismo, la rodeó entre sus brazos y mientras prolongaba aquel abrazo le susurró dulcemente:
―Yo también voy a extrañarte. ya volveremos a encontrarnos, no te preocupes.
Y finalmente subió a aquel medio de transporte marítimo... Tantas veces había soñado con ese momento que mientras subía a bordo se pellizcó alguna que otra vez para corroborar que realmente estuviera sucediendo. Cuando llegó a la popa y vio desde allí a su amiga y a su maestro que lo saludaban desde la costa, pudo caer en la cuenta de que no era ni un sueño, ni una ilusión... Estaba volviendo a Japón para reencontrarse con su hermano. Y se quedó observando la isla hacerse cada vez pequeña...
Y hubiera quedado así, petrificado con la mirada perdida en el horizonte si no hubiese escuchado en aquel momento, un sonido de cuerdas como colándose tímidamente en su corteza auditiva. La melodía y la fineza del arte de quien lo interpretaba, le llamaron poderosamente su atención. Siguió aquel rastro sonoro hacia su origen, descubriendo a una prodigiosa joven mujer tocando el violín. Llevaba el cabello peinado en una larga y abultada trenza de un color rosado, que le recordaba al algodón de azúcar. El Aziab, ese viento húmedo y caliente característico del Mar Rojo, hacía danzar la faldas del vestido azul marino, que a Shun le recordaba a los uniformes de preparatoria de su país, con la diferencia de que el de la muchacha era un tanto más sofisticado.
Se aproximó lentamente, como quien no quiere ahuyentar a una presa cuando está de cacería. Cuando halló un buen sitio se sentó disminuyendo su respiración, y se mantuvo en silencio, presenciando y disfrutando ese presente para sus oídos. Observaba los movimientos del brazo, el arco en perfecta sincronía. Cerró sus ojos para entregarse por completo al deleite y su cabeza comenzó a trazar figuras circulares en el aire; en su mente, construía escaleras ascendentes y descendentes. Fueron tres minutos, pero los suficientes para sentir renovar su alma con una infinita paz, hacía mucho tiempo que no se sentía tan a gusto y relajado.
―Creo que debo seguir practicando para no dormir a los espectadores.
El violín había dejado de sonar y Shun se había quedado esperando que continuara otra interpretación, abrió sus ojos en un instante, sonrojado, y muy avergonzado... Definitivamente se sentía muy incómodo por dar una impresión completamente errada a lo que acababa de experimentar.
―No, no... Para nada!!! -sacudía sus manos y su cabeza roja tomate, en signo de negación- fue muy bonito, sólo cerré mis ojos para disfrutarlo mejor.
La jóven, se llevó su mano a la boca y empezó a lanzar una tímida carcajada, luego abrió sus ojos, revelando unos ojos color aguamarina.
―Relájate, ¡Sólo estaba bromeando!
―Es que realmente fue una linda pieza musical, ¡eres muy buena!
La jóven, se recogió la falda y se sentó al lado de Shun.
―Es Bach
―... ―Shun no comprendió, pero por las dudas exclamó― "Salud".
―Jajajaja, Bach se llama el compositor. Y la pieza musical es un Preludio.
La muchacha tomó una pausa miró hacia el cielo y al recordar algo que la hizo sonrojar, bajó la cabeza hacia el suelo para después devolver la mirada hacia Shun
―Una vez, un amigo me contó que antiguamente, era una improvisación que solían hacer los músicos para comprobar la afinación de sus instrumentos, relajar los dedos e introducir la tonalidad al público. Pero también se usa como un modo de anunciar que una obra más extensa está por comenzar...
―Entonces, ¿significa que seguirás tocando el violín un poco más... o que nuestro encuentro sea la introducción a una historia?
―Interesante observación... y ya que estamos; mi nombre es Bianca.
―Mucho gusto Bianca, yo soy el Santo de Andrómeda; Shun.
―Oh... Deben estar hablando bien de tí
Shun dudó un momento y luego empezó a reír, era cierto su nombre en su país, sonaba a onomatopeya de estornudo...
―Pero qué maravilla!... Con que estoy frente a un Santo de Athena... ¿regresas a Japón para asistir a la Fundación Graad?.
Shun no salía de su asombro... una violinista prodigio viajaba en un barco junto a él, a través del mar rojo, por las costas de un lugar conocido por estar lleno de piratas, pero además conocía a la fundación Graad...
―¿Dije algo inapropiado?
Shun se dio cuenta que había estado en silencio un momento más que breve sin responder a la pregunta de Bianca.
―Es que... estuve seis años aislado de la civilización, todo me resulta sumamente novedoso y extraño.
―Descuida, el error fue mío. Conocí al señor y la señorita Kido cuando era una niña cuando mi madre se hizo conocida por unos hallazgos que le permitieron trabajar en colaboración con la Fundación Graad. Desgraciadamente, ella desapareció hace algunos años en un viaje de expedición, y desde ese momento, la Fundación me ha becado para finalizar mis estudios.
―Pero no entiendo, ¿qué haces en un barco si puedes viajar en Avión? Este viaje te resultará agotador.
―Para nada, no tengo ningún apuro, además es parte de mi formación académica conocer un poco el mundo de maneras atípicas, y de este modo me aseguro de que lleguemos en una pieza.
―¿Te refieres a tí?
―Y a tí también...
La seguridad desinhibida de Bianca hacía descarrilar la integridad mental de Shun. ¿Quién sería esa joven?
Al instante, recordó su sueño... el rostro se le empezaba a desdibujar... intentó reconstruirlo para luego descartar la posibilidad... a la mujer de su sueño el cabello le brillaba al sol como hilos de cobre y sus ojos eran del color de la miel...
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