Era de noche en Jabal al-Tair, una noche cálida, sin nubes ni brisa. Aquella isla volcánica de forma oval ubicada en el mar Rojo, no poseía recursos acuíferos propios. Tampoco existía una población estable, más allá de algunos pescadores... era simplemente un desierto de roca.
Si bien para muchos, esa isla cuyo nombre literalmente se traduciría como Isla de la Montaña de Pájaro, para el joven Shun sería siempre la Isla Andrómeda en homenaje a la princesa etíope que había sido sacrificada para calmar la ira de la madre de las Nereidas por los pecados de una reina presumida.
Sin poder dormir, y en lugar de dar vueltas sobre su catre, Shun había decidido que quizá le ayudaría pasear por el el mar. La noche estaba bastante tranquila, mas no sus pensamientos; los recuerdos de su infancia lo invadían, pero lo que más lo inquietaba era que cada vez faltaba menos para volver a ver a su hermano mayor. Desde que se habían separado, esperaba que hubiera sobrevivido a ese fatídico lugar de entrenamiento que debía haber sido el suyo. ¿Sería que lo había conseguido? Sí, no habría duda... al final era Ikki, ¿qué obstáculos no podría sortear? Muchas veces, el sentimiento de culpa lo azotaba durante las noches, y esa, era claramente una de ellas.
Mientras miraba las olas y sentía la espuma sobre sus pies, le pareció escuchar una hermosa melodía, desde el mar. No lograba reconocer si era o no humana, pero su corazón se sintió conmovido, parecía una plegaria... un llamado.
Comenzaba a despuntar el alba, el sol empezaba a aparecer en el horizonte y con él también lo hizo una silueta humana, que intentaba incorporarse desde el agua. Parecía una joven mujer que intentando ponerse de pie y caminar con dificultad hacia la costa, comenzó a tambalearse para caer sin fuerzas sobre la playa. Shun dio un salto para socorrerla, y cuando la sujetó entre sus brazos para sacarla del agua, se detuvo un momento ante la mirada de la mujer, que se abrieron revelando unos ojos color miel. Shun experimentó una sensación extraña, sentía como si la conociera... pero no sabía de dónde.
La dulce mirada de la muchacha, se transformó en una expresión de temor y murmuró algo en una lengua que Shun no hablaba pero cuyo significado intuía.
―Tranquila, no voy a hacerte daño, estas a salvo
En esos instantes, el viento empezó a soplar y algunas nubes, ocultaron al Sol. Las olas golpeaban con más fuerza la costa.
En ese momento, una voz masculina, sin más rodeos, le ordenó que le entregase a la mujer.
Shun se volteó y vio a tres hombres con lo que parecían ser clothes... Pero no percibía un cosmos como el de su maestro... ¿Acaso serían Santos de Athena? Por qué venían persiguiendo a la mujer . Se rehusó.
Uno de los tres hombres, llevaba un casco que le cubría el rostro, pero debajo se veía una cabellera larga y azúl. Éste le reclamó
―Muchacho, no voy a volver a repetirlo, entrégame a esa mujer o lo vas a lamentar.
Shun que aún no podía descifrar la identidad de la joven, no pensó dejarla desamparada en manos de esos sujetos.
―¡No me dejas otra alternativa!
El guerrero pareció teletransportarse, era eso o se movió a una velocidad que Shun no logró percibir, en un instante, lo sujetó del cuello, y lo arrojó por los aires. Shun no soltó ni por un momento a la mujer, que cayó junto a él en la arena.
Ella intentó gritar pero sólo dejó escapar de manera entrecortada.
―Detente, Dragón de Mar. Iré contigo, pero deja en paz a este niño.
―Ilusa, no estás en condiciones de pedir nada a cambio. Despídete del mocoso. Genma Ken!
Shun, quien había perdido la consciencia, cuando abrió sus ojos, estaba acostado en la playa. El sol en su cénit y desde luego, el calor agobiante, le hizo creer que escuchaba la voz de su hermano a lo lejos. Venía desde la playa. Hasta que lo vio.
―¿Ikki? ¡Qué alegría que estés aquí, lo conseguiste!
Shun corrió para abrazar a su hermano mientras sus lágrimas de alegría, caían como un manantial sobre sus mejillas.
―Hermano, necesito darte las gracias... Gracias a tí, conocí... lo mejor y lo peor del ser humano.
Shun sin comprender del todo esas palabras, notó algo extraño, se escapó del abrazo y vió que su hermano poseía quemaduras en la piel, y que su rostro, se iba derritiendo.
Ikki lo agarró del cuello con sus dos manos
―Shun, esto es por tu culpa. ¡Tú debiste ir allí!
―Shun, Shun
La voz de su amiga June resonaba en otro plano, como queriéndolo sacar de esa pesadilla, cada vez resonaba con mayor intensidad.
Shun despertó en su catre, empapado en sudor... Así que todo había sido un sueño... no, un sueño no... más bien una pesadilla. Pero lo sintió como demasiado real... Tenía arena en el pelo.
―¡¡Shuuun, despierta de una vez!!
―¿Qué sucede,por qué la prisa?
―Ha llegado el día que has estado esperando tanto tiempo.
Su amiga June estaba incorporada a su lado, observándolo detrás de esa máscara que ocultaba por completo su rostro. Su voz sonaba a angustia encubierta de felicidad.
Era el día en que se marcharía de allí para volver a Japón, y reencontrarse con su hermano... Pero, ¿qué fue todo ese sueño extraño? ¿Quién era esa mujer de ojos miel? ¿Quiénes eran esos hombres misteriosos?
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