Desde el día que decidieron huir juntos, han pasado treinta días. En un barrio pobre en temporada de lluvia, muchas personas piden limosna, algunas roban, otras venden productos para comer, aunque tienen otras fuertes de ingresos dudosas, hay personas que tienen prostíbulos clandestinos, y en medio de todo eso, se encuentra alguien que está usando una chaqueta con capucha. Casi no se le nota la cara, pero se mueve a prisa porque no sabe si lo están siguiendo.
Se mete entre callejones estrechos, se introduce en la parte más profunda de ese barrio hasta llevar a un motel. Saca su llave del bolsillo izquierdo y abre la puerta. La persona que lo recibe es Hana y al quitarse la capucha se revela el rostro de Carlos quien se lo ve un poco demacrado.
— ¿Cómo están las cosas afuera? — pregunta Hana un tanto inquieta.
— Estuvo tranquilo. Al parecer al fin logramos despistarlos. Podremos descansar un poco más en este lugar, pero no podemos quedarnos por siempre “cof cof”
— ¡siéntate! Tu salud aun no mejora. La próxima vez, saldré yo por las provisiones.
— ¡no! Si ellos logran encontrarnos y te ven en la calle, no dudarán en llevarte a la fuerza.
— Soy 10 veces más fuerte que tú.
— Ese no es el punto, no quiero que te atrapen, si sigues insistiendo, iré contigo, mejor los dos.
Carlos intenta levantarse, pero se le dificulta, entonces Hana lo ayuda y lo lleva hasta la cama. Queda profundamente dormido. Ella sabe que no debe volver a salir o la lluvia y el frio empeorarán su estado. Arropa a su amigo con la manta y se queda sentada en el filo de la cama, esperando a que él se recupere de su resfriado, pero mientras intentaba mantenerse despierta durante la noche, más fuerte eran las ganas de dormir, hasta que cedió y durmió a su lado.
A la mañana siguiente, Hana despierta primero y arregla la habitación que estaba algo sucia; mientras lo hace, Carlos sigue dormido, pero se queja del dolor y ella solo puede observar cómo sufre, aún no sabe cómo lidiar con las medicinas, pero si no hace nada, su estado podría empeorar. Agarra el abrigo con capucha y sale con algo de dinero, busca un lugar que tenga el letrero de “farmacia”, pero no lo halla. Les pregunta a algunas personas y la guían hasta una, allí le describe cómo se siente su amigo, entonces le recomienda cierto fármaco y ella accede.
Corre a toda prisa hasta el motel y levanta a Carlos, le ofrece la medicina y él la toma, minutos después se vuelve a dormir. A la mañana siguiente, él despierta y encuentra a Hana a su lado, se levanta lentamente para no despertarla y se lava la cara, luego tuesta pan y prepara un delicioso café. Al despertar Hana, ve a Carlos de pie y feliz. No pudo contener la emoción y lo abraza.
Luego de comer, planean el siguiente robo. Van hasta la plaza de comercio y ella se encarga de distraer al comerciante mientras que Carlos roba lo que puede de forma discreta; puede ser frutas, verduras, ropa, artefactos, etc. Luego van hasta otra plaza donde los venden y de esa forma logran ganar dinero para comer y pagar el alquiler.
Carlos estaba preocupado de que pudieran reconocerlos mientras vendían, siempre llevan las capuchas puestas para evitar ser reconocidos; siempre cambiaban de lugar cada vez que compraban algo; sin embargo, un día mientras vendían, pasaron frente a él algunos sujetos que reconoció y eran sus perseguidores. Sabía que era mala idea quedarse tanto tiempo en un lugar, disimulan que llegó la hora de retirarse y se van por un callejón sin llamar la atención.
Corren hasta el motel, pero al llegar a la esquina, ven cómo intentan entrar en la habitación que se hospedaban. Salen de ahí y van hasta la terminal donde se suben a un bus interprovincial, viajan por casi 6 horas y se bajan en una ciudad.
Con el dinero que tenían piden una habitación en un pequeño hotel para turistas, repiten su rutina de ladrones y van hasta el mercado para poder vender lo que obtuvieron, pero en ese nuevo mercado se topan con un mercader carismático que les ayuda a poner su pequeño puesto.
— No son de por aquí ¿cierto? — pregunta, curioso el comerciante.
— Si, ella y yo somos de otra provincia, estamos acostumbrados a estar moviéndonos de un lado a otro.
— Si necesitan ayuda sobre cómo es la ciudad, pueden preguntarme lo que sea, mi puesto está allá al fondo.
El comerciante se retira y ellos están listos para vender sus productos. Logran tener una tarde productiva y venden todo lo que tenían en su puesto. El comerciante que los ayudó les felicita por su labor y les invita una comida. Van hasta un puesto de comida a una cuadra de distancia y comen arroz con carne apanada y puré.
Les agradó el sujeto. Esa misma noche ambos tienen una pequeña discusión sobre cómo actuar de ahora en adelante, pero principalmente, sobre el comerciante que los ayudó.
— No sé dónde podemos conseguir más cosas, mejor vayamos a explorar las plazas mañana y veamos cómo nos las arreglamos, no quiero riesgos innecesarios, aun debemos seguir huyendo.
— ¿Cuánto tiempo seguiremos así? — dice desconsolada — quería una vida tranquila, pero solo estamos huyendo con un constante miedo. Seguirán buscándonos, si queremos escapar de ellos, prefiero una casa en el campo y sembrar vegetales y frutas, lejos de la ciudad y difícil de encontrarnos.
— Sería una buena opción, pero, aun así, seguiríamos con miedo a que nos encuentren.
— ¿y si disfrutamos de mañana? En lugar de explorar las zonas, comportarnos como turistas y disfrutar. Desde que me salvaste solo hemos huido.
— ¡hm! Está bien. Mañana daremos un paseo.
Hana se alegra y arregla un poco la ropa que va a usar. A la mañana siguiente, salen temprano y van a la plaza donde estuvieron y se topan con el mercader que los ayudó.
— Veo que se están tomando un descanso, se los ve lindos juntos. — Hana se sonroja un poco.
— Ya que es nuestra primera vez aquí, queríamos dar un paseo antes de concentrarnos en trabajar. Hacía mucho tiempo que no paseábamos juntos.
— ¡solo no hagan travesuras, ¡si sabes a lo que me refiero! ¿no? — se ríe a carcajadas.
— ¿a qué se refiere? — pregunta Hana a Carlos quien no sabe cómo responder y el mercader solo se ríe aún más.
— No haremos travesuras, solo la pasaremos bien conociendo la ciudad.
— Aprovechen que son jóvenes aun, cuando les caiga encima el mundo de los adultos, todo será diferente. ¡tengan! — les obsequia un racimo de uvas.
— Muchas gracias — dice tanto Carlos como Hana.
Exploran los lugares famosos, los parques, dan un paseo por bote, conocen un lugar donde se hace karaoke y lo intentan, se ríen de todo lo que cantan, entran a un museo, ven a los artistas tocar en las calles, ven otras teatrales callejeras, etc. Se divirtieron tanto que no se percataron que estaba anocheciendo, entonces regresan hasta el hotel, pero al subir al taxi, alguien los estaba observando.
Al llegar al hotel van directo a dormir, estaban tan cansados que en menos de 5 minutos cerraron sus ojos hasta el amanecer. Mientras dormían, el hombre que los observó, detiene el taxi en el cual iban y le pregunta dónde los dejó, el conductor se niega y recibe un golpe. Nuevamente le pregunta donde los dejó, pero el conductor se baja e intenta golpearlo, pero falla, el otro sujeto comienza a lanzar múltiples golpes, el hombre queda destrozado y cae al suelo. Nuevamente hace la misma pregunta, y el conductor le dice lo que quería saber, pero es asesinado luego de confesar.
Carlos y Hana van hasta el mercado y venden algunos objetos que compraron durante su recorrido por la ciudad, pero a un precio más alto.
— Veo que no hubo noche agitada ya que se encuentran aquí — dice el comerciante.
— No, pero fue un gran día, no disfrute mucho.
— Veo que tienen nuevas cosas, pero son pocas.
— Conseguiremos más, más adelante, por ahora servirá para poder comer.
— ¡Ese es el espíritu! Ella no habla mucho, ¿cierto?
— No es muy sociable, de hecho, le aterra un poco, solo al preocuparse pierde ese miedo un poco.
— Trátala bien, no siempre se encuentra a una buena chica de buen corazón.
— Soy afortunado.
— Ayer los mercaderes decidimos ir a comer todos juntos luego del trabajo ¿Por qué no se nos unen?
— No estoy seguro… — Hana lo interrumpe y lo observa con una mirada que parecía suplicar querer ir.
— ¡Está bien! Iremos, ¿a qué hora?
— ¡veo que te tienen domado! Ja ja, será a las 7 de la noche.
— Nos veremos ahí.
El tiempo pasa y la gente llegaba por montones a la plaza, y algunos compraban los objetos que tenían. Se acabaron rápido, pero no sabían que hacer el resto del día. Así que, deciden ayudar al comerciante que siempre conversa con ellos; la multitud se aglomeraba y más clientes llegaban, fue un día cansado, pero llega la noche y todos estaban listos para cerrar sus puestos e ir a comer, pero en ese momento llega un cliente un tanto sombrío, que pide algunos vegetales, el comerciante lo atiende sin problemas, pero Hana y Carlos presienten algo raro en él y no bajan la guardia.
El comerciante entrega los vegetales y le pide el dinero, pero no responde, le vuelve a preguntar sobre el dinero, se mueve hacia adelante, extiende su mano, pero apuñala al hombre en el estómago. Hana y Carlos intentan detener el sangrado, pero no lo logran, el comerciante no le quedaba mucho tiempo y en sus últimos segundos les pide que huyan y sean feliz, luego de decir eso, muere, pero con una sonrisa en el rostro.
Hana y Carlos corren lejos para no involucrar a los civiles, pero era tarde, aquel hombre misterioso comenzó a matar a todos sin piedad. Hana no pudo soportar la maldad del hombre y saca una lagrima de ira, la cual lanza sobre el hombre, pero éste la esquiva y explota un puesto de comida.
El hombre los persigue y escupe una sustancia pegajosa que crece y evita que la gente se mueva. Lanza tantas como puede, pero no logra alcanzarlos, en especial porque ella utiliza varias lágrimas para hacerlas explotar y desviar la trayectoria de la saliva pegajosa.
Entran a un pequeño restaurante, intentan ir por la parte de atrás, pero la puerta es sellada por la saliva del sujeto. Estaban rodeados, no tenían a donde más huir, solo había una opción, enfrentarlo y salir corriendo.
Aquel restaurante era de dos plantas, solo se podía subir a la segunda a través de unas escaleras. Carlos toma de las botellas que se encontraba cerca de él y la lanza hacía el sujeto, pero este evade el objeto.
Corre hacia él y le da unos cuantos golpes en el abdomen dejándolo inmóvil por un momento, luego va hacia Hana, pero ella tiene más fuerza y no es la primera vez que pelea contra alguien. Los dos tienen un forcejeo fuerte, pero él logra lanzarla contra la pared y darle unos golpes en la espalda, pero Carlos lo sujeta por la espalda e inmovilizarlo, pero éste le da cabezazo y se libera. Agarra del cabello a Carlos y le propicia múltiples golpes a la cara, sin embargo, Hana se levanta, agarra una silla y lo golpea en la espalda, hace que suelte a Carlos y comienza de nuevo la lucha entre estos dos, ella usa su fuerza para alzarlo y luego lo lanza contra la pared. Va hacia Carlos, lo ayuda a levantarse, pero aquel hombre también se levanta.
Mueve la boca de un lado a otro, apunta hacia Hana y Carlos y escupe hacia ellos, pero Hana coloca una mesa frente a ellos y recibe el impacto, la saliva comenzó a expandirse por toda la mesa y a volverse pegajosa.
Vuelve a escupir sobre ellos, pero sigue usando la mesa, aunque, la saliva comenzaba a tragarse la mesa, si no salían de ahí la saliva los iba a atrapar. Por más que intentan alejarlo, no lo logran. Carlos analiza la situación en su mente mientras que Hana lo distrae lanzándole cosas que encuentra. Pero esa imagen de Hana lanzando cosas hizo que Carlos pudiera pensar en una idea. Tomó varias botellas de alcohol, las amarra con fuerza y luego, cuando aquel sujeto no lo veía, lanza las botellas hacia él y luego un papel en llamas, lo que hace que se incendie el lugar y el hombre que los perseguía.
Logran huir, no esperaban que alguien con habilidades especiales los fuera a buscar. Con eso, ellos saben que el enemigo hará hasta lo imposible por encontrarlos y atraparlos. Seguir moviéndose como lo han estado haciendo ya no era opción, tenían que replantear todo su plan de escape. Quedarse era un suicidio, no podían involucrar a más inocentes, entonces, desaparecen en medio de la multitud sin dejar rastro.
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