Su carrera estaba arruinada, los medios ya lo habían crucificado y todo se lo debía a esa rata de Finkle. Su trabajo como doctor había terminado aquella mañana en que se sentó a tomar algo. Aunque el infeliz de Finkle no le dio mucha importancia en ese momento, después de que una operación casi terminara en tragedia debido a que él estaba borracho en ese momento fue más que suficiente para que Finkle escribiera todo un articulo al respecto de su obvio problema con la bebida. La enfermera también había colaborado al contarle todo lo ocurrido durante esa desastrosa operación que casi le cuesta la vida a un niño de seis años. Nunca era fácil, para hombres como él, el mantener los nervios en situaciones de vida o muerte; pero ese día si que actuó de cualquier forma menos como un profesional. Llevando en una jaula su pequeño Colibrí al cual pensaba vender por unos dólares que se gastarían en una sola hamburguesa, Kerner, pensaba en todo lo que había perdido por culpa de la bebida: una hermosa casa, un automóvil lujoso y, lo que más le dolía, todo el prestigio que le costó construir durante años. Tenía todavía una oportunidad de seguir ejerciendo la medicina; pero tristemente seria en la clínica forense de la ciudad de Nueva York, al menos allí nadie correría peligro si Kerner bebía de más antes de iniciar una operación. La paga claramente era distinta de cuando estaba en el hospital; pero peor era nada, aun así tenía que ganar un poco de dinero extra como fuera y reducir gastos innecesarios. Siendo, en aquel momento, un gran gasto el mantener a esa ave.
Aquel pájaro lo miraba de forma acusatoria y Kerner solo podía decirle:
- No me mires así, por favor- en el fondo de su corazón lamentaba tener que hacer eso debido a que si adoraba a aquel Colibrí; pero debía de hacerlo
Sabía de alguien que estaría interesado en comprar una pequeña ave y darle una buena paga por él, era alguien que trabajaba para “Fuego Del Mañana” solo esperaba que las razones no fueran por algo siniestro, aunque sabiendo cómo era esa empresa, lo mejor sería no pensar en ello.
No podía dejar de pensar en ello. La noticia del siglo estaba casi frente a sus narices y no sabía cómo abarcarla sin perder todo lo que pudo ganar en tan poco tiempo. Finkle estaba interesado en los eventos que ocurrían en Alemania, el mes de Abril estaba empezando a lanzar más noticias sobre el avance del régimen Nazi. Su diario había tenido la fortuna de cubrir el final de la guerra civil española junto con la victoria de Francisco Franco y todo parecía indicar que algo grande estaba por empezar en Europa tras dicha victoria, ese pequeño continente era una mina de oro para su periódico. Nuevamente Finkle había acertado con sus predicciones: el tres de Abril los gobiernos de Francia e Inglaterra formaron una cooperación militar, solo en caso de que Franco quisiera llevar su conflicto a otra parte, al día siguiente quien inicio los problemas no fue España sino Italia al invadir la nación de Albania. El nueve de abril hubo un concierto importante en Washington en señal de una protesta que Finkle decidió dejar pasar debido a que su atención estaba más que dirigida a Europa y ese día en particular, el trece, Grecia y Rumania afirmaban su alianza con Inglaterra. Tiempos Modernos estaba adquiriendo una nueva reputación al ser uno de los pocos periódicos que no solo contaban los eventos importantes que ocurrían en Europa sino que les daba una pasión poco ortodoxa dentro del periodismo; pero que ayudaba en las ventas a la hora de no solo contar los eventos sino también de hacerlos sentir y exagerar un poco en el proceso.
Sin embargo, con todo ese sin fin de noticias que venían de Europa, la más grande de todas las noticias se encontraba en suelo americano. Había rumores en las calles de que Fuego Del Mañana estaba haciendo algo raro en sus oficinas y que el ejército podría estar implicado. No había nada oficial ni claro, solo rumores que a veces se contradecían a sí mismos; pero, como todo buen pasquín, Finkle sabía que había una gran historia en esos rumores, fuesen ciertos o no. Sin embargo una cosa eran los conflictos en Europa y otra muy distinta una empresa poderosa como Fuego Del Mañana. Muy en el fondo de su corazón, Finkle, deseaba investigar; pero si molestaba a Anderson, toda su reputación se iría al desagüe. Sentado delante de su escritorio, Finkle, pensaba en como poder hacer un reportaje sin ser descubierto y como hacer una nota que evitase enviar a la mierda toda su buena suerte, prendiendo la radio, supuso que debía de esperar, la oportunidad vendría tarde o temprano, Roma no se hizo en un día y su periódico tampoco.
La audición había sido un fracaso total, por no llamarlo un desastre, caminando de forma acelerada hacia su trabajo aunque todavía era temprano, Michelle, trataba de contener sus lagrimas de enojo debido a que el cerdo que se hacía cargo de las audiciones deseaba acostarse con ella, posiblemente no se lo dijera de forma directa; pero vaya que si capto las indirectas ¡Y después dicen que son las mujeres las difíciles de entender! Día a día iba perdiendo la ilusión que tenía cuando pequeña de poder ser una gran actriz del teatro Sheaksperiano, la realidad siempre era dura y mucho más dura para muchachas bellas como ella; pero ¿Acaso eso justificaba que hubiesen cabrones al poder? ¿La única escusa que tenían todos a la hora de explicar las injusticias que golpeaban la ciudad tras la caída de la bolsa era: lo siento; pero así es la realidad? Hasta donde ella sabía las leyes también eran reales, la honradez también lo era y la decencia también era algo real. Tanto el bien como el mal eran cosas reales, sin embargo a todos les gustaba hacer de cuenta que lo único válido en la realidad era el ser un cerdo degenerado. Deteniéndose en una esquina limpiándose sus lágrimas, Michelle, se juró a si misma que no dejaría que los depravados le ganaran, ahí fuera debía de haber alguien que la quisiera por su capacidad actoral y no por sus enormes pechos. Retomando camino hacia su trabajo, Michelle, creyó que sería un buen día después de todo.
Se acercó a donde estaba la oficina de Fuego del mañana, miró a su Colibrí por última vez y este le devolvió la mirada haciéndolo sentir peor que al principio “Solo es un ave, no creo que entienda o sepa lo que está ocurriendo” pensó Kerner auto engañándose para poder continuar adelante con su única forma de ganar un dinero extra aparte del que ganaba como médico forense. Adentrándose a las oficinas donde vendería a su único amigo del mismo modo que Judas vendió a Jesús por unas monedas de plata.
Al terminar aquel día el pequeño Colibrí se encontraba en una celda al lado de un Perro Siberiano y un Elefante bebé con una placa identificadora debajo que decía: C- 01
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