CAPITULO 1: EL PRIMER AMIGO DE MAURICIO FLANDES
Había sintonizado, en la radio de su vehículo, una canción del conjunto conocido como AC/DC, Mauricio no sabía el nombre de la canción; pero le importaba un bledo, era un buen tema. Golpeando el volante con sus dedos, al compás de la canción, Mauricio conducía pensando en que hubiese sido bueno el tener un conjunto musical cuando era joven. Tras pensarlo con detenimiento, durante un minuto, se dio cuenta de que le hubiese gustado tener un amigo durante su juventud y también toda su vida fuese niño, joven y adulto ¿Cuántos años tenía ya? Posiblemente unos 39 o 40 años, no se daba a sí mismo mas de eso, cuando cumplió los 34 fue que dejo de contarse la edad. Todo ese tiempo y aun no tenia un solo amigo, un solo compañero de aventuras o juegos. Durante su infancia era muy distinto a los demás niños y estos lo dejaban de lado. En su adolescencia no compartía los mismos gustos de los otros muchachos o de las chicas, todas querían estar con el capitán del equipo de Futbol o todos querían hacer cualquier cosa menos leer libros, ver películas de ciencia ficción de los 50 o, sencillamente, coleccionar historietas viejas. Solo querían hacer cosas tontas como jugar carreras con sus autos último modelo o jugar deportes que a él no le agradaban para nada. Años y años sin encontrar alguien similar a él, sin amigos ni novias, Mauricio se veía a él mismo como un solitario que no tendría a nadie en toda su vida. Había una sola mujer que le gustaba y podría tener los mismos gustos que él: la joven inglesa Ashley Cradler; pero ella era una muchacha que claramente estaba fuera de su nivel. Solía verla trabajar en la biblioteca como una simple recepcionista y muy rara vez se la veía ordenando libros, incluso le pregunto, en una ocasión, como se llamaba el autor del libro Ángel, decepcionado de que una hermosa chica de cabello rubio, ojos castaños y vistiendo un conjunto muy seductor que era una remera rosa con unos pantalones vaqueros y una campera de tela gris, trabajara en una biblioteca; pero no supiera el nombre del autor de una de las trilogías más importantes de todos los tiempos lo obligó a darle el nombre de Hector Standford sin añadir nada mas a la posible conversación. Podría intentar, de todos modos, hablar con ella de otros temas; pero… la verdad era que estaba tan acostumbrado al rechazo y a la soledad que no se animaba para nada a hacerlo, no valía la pena. Continuaba conduciendo su automóvil rojo cuando un grito se escuchó dentro del auto:
- ¡¿Quien apago la luz?! ¡Déjenme salir, carajo!
Mauricio frenó el automóvil casi de golpe dando un chirrido que retumbo en sus oídos y sacaba un poco de humo del pavimento. Sintiéndose aterrado miró la bolsa con estupefacción. “No puede ser posible que la voz haya venido de allí ¿o sí?” pensó Mauricio aturdido y confundido, como si fuera una respuesta a su pregunta, el grito se repitió desde el interior de la bolsa haciendo que Mauricio gritase de miedo:
- ¡¿Eres tú, Malakir?! ¡Esas pastillas que me diste no eran dulces! ¡¿Qué pretendes?! ¡¿Dejarme en el desierto maldito loco?!
Aterrado, Mauricio, tomó un bate de beisbol y se acercó, lentamente, al bolso con intenciones de abrirlo lo más rápido que pudiese, atacando lo que hubiese en allí dentro, ni bien lo abrió vio que en su interior se encontraba solamente las cosas que había comprado: unos viejos libros de medicina, una cajita musical del siglo dieciocho y aquel juguete de peluche, un escalofrío corrió por su espina dorsal al notar que el Muñeco lo estaba viendo y exclamó:
- ¡Oye, tú no eres Malakir!
Estaba tan asustado que tiró el bate debido al terror que sentía, el maldito Muñeco de Peluche le acababa de hablar y lo estaba observando. Intentando no gritar, debido al miedo que tenía, le dijo:
- N… no… mi n… nombre… es… ma… Mauricio… Flandes e…. el bi… biblio… bibliotecario del… pue… pueblo
- ¿Y dónde está Malakir?- le preguntó tranquilamente aquel perro de peluche
- ¡No lo sé! En realidad no se dé … dé quien me hablas- le contestó Mauricio aterrado
- Me vendió- se quejó en voz baja aquel muñeco con un tono de enojo, añadiendo- ya sabía qué él no iba a entender porque me acosté con su mujer
Mauricio sintió que todo estaba dejando de tener sentido ¿Acaso aquel árabe loco le vendió a ese juguete parlante por que se había fornicado a su mujer? Intentando mantener el control de sus nervios y de la situación, Mauricio, dijo:
- Para ser franco… no sé cómo es… que tú puedes hablar
- ¡Pues por la boca, idiota!- le contestó aquel Muñeco mostrando su obvio enojo- ¿Cómo podría hablar sino?
- Lo… lo que quiero decir es… que no puedo entender cómo es posible que un Muñeco de peluche hable, es idéntico a las películas de fantasía… o de horror- le explicó Mauricio mejorando su dominio de los nervios
- Sip, es claro que ese idiota de Malakir me vendió- se quejó aquel Muñeco de felpa
Viendo a sus espaldas que los otros autos comenzaban a detenerse y tocarle bocina, encendió, rápidamente, el motor continuando camino a la vez que le decía:
- Iremos a la plaza del pueblo y allí me lo contaras todo
- ¡Como ordene capitán!- se mofó el Muñeco dando una pequeña risa maliciosa
El auto tomó rumbo al pueblo conocido como “El Valle De La Cobra” donde tendría las respuestas que buscaba, de un modo u otro, a lo igual que su primer amigo de toda la vida.
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