El fin de los tiempos se sentía muy cerca en el año de 1961, las personas preparaban los bunkers de emergencia e incluso se enseñaba a los niños en los colegios a como estar preparados para un bombardeo atómico, la rebelión en Cuba estaba siendo ganada por las tropas del líder revolucionario y general Fidel Castro junto a su amigo, aunque incluso dentro de la misma rebelión se dudaba un poco de eso, Ernesto Guevara. Las tropas Rusas a cargo de Gorbachov parecían interesadas en ir a la guerra contra los Estados Unidos para terminar de una vez por todas con la llamada Guerra Fría, el joven Presidente Kennedy estaba interesado en que dicho combate no se diera debido a la devastación que podría provocar semejante bombardeo; pero, dentro de toda esa tensión política y militar, había algo que tanto a políticos, civiles e incluso militares interesaba demasiado: el espionaje.
Siendo un tema de conversación constante desde tiempos de la segunda guerra mundial donde se sospechaba de los espías alemanes y japoneses. En aquella década era algo que, dentro de esas tres partes de la sociedad, no solo era de vital importancia sino que poseía un romanticismo solo comparable al cine de Cowboys. Dentro de los rangos políticos el espionaje era importante, varios de sus espías lograban infiltrarse dentro del Kremlin arriesgando sus vidas al tener que fingir ser alguien que no era. Lejos de lo que Hollywood mostraría posteriormente, el espía no era un hombre con un traje elegante que vivía disparándole a los malos de turno para salvar al mundo y quedarse con la chica sexy de turno a la vez que poseía un armamento extravagante, por no decir bizarro o imaginativo en exceso. No había nada más lejos de la verdad que esa imagen que se formaría al año siguiente con el estreno de la película llamada “DR No”. En la vida real el espía era alguien que podía ser el secretario de Gorbachov, la enfermera de un enfermo general Ruso, un simple operario de teléfonos en la Rusia Comunista o incluso el vecino de alguien que carecía de importancia dentro de toda esa locura internacional; pero que, con confianza y dedicación, podía estar por años recibiendo información, llevándolas a las bases a las cuales él pertenecía solo para continuar con su trabajo de forma natural. Nadie podía saber quién era un espía y quien no. Ellos tampoco eran tan llamativos como en el caso de los espías con gabardina y sombrero. Sus modos de reconocerse no eran por medio de dichos tontos que cualquiera, con dos dedos de frente, que los escuchase adivinaría que eran espías. Los agentes del Pentágono, como también de la KGB, eran irreconocibles. Los villanos caricaturescos, los autos lujosos y las mujeres seductoras eran cosas que pasaban en las películas; pero no en la realidad.
Los políticos buscaban, en toda información dada por sus agentes, lo necesario para declarar o evitar una guerra. Los militares tenían información de vehículos u operaciones secretas de alto rango a las cuales atacar o proteger en caso que fuesen las suyas; pero en los civiles la historia era otra. Aunque la imagen del espía Hollywoodense estaba todavía en desarrollo, faltando un año para el estreno de aquella película que lo haría brillar, muchos ya leían las novelas de Ian Fleming y dejaban su imaginación volar creyendo cosas improbables o imposibles; pero lo que nadie sabía era que, dentro de la sociedad, había un cuarto elemento que si estaba preocupado por el espionaje como también por el posible conflicto entrante.
Una sociedad que los hombres no conocían y nunca lo harían, una sociedad perteneciente a algo que nadie jamás asociaría al mundo del espionaje… hasta ahora.
La sociedad de los Magos.
Su cabello castaño oscuro, casi rojizo, se movía por el viento, las hojas caían sobre su traje negro con una camisa azul con volantines y su capa negra flameaba debido al fuerte viento de tormenta primaveral. Uno de los magos más prometedores, dentro de la sociedad mágica, se dirigía al sagrado castillo de los Magos donde los grandes sacerdotes esperaban ansiosos su proposición.
Aquel muchacho de unos ciento treinta años tenía una idea que podría salvar su sociedad y al mundo en sí mismo: crear su propio cuerpo de espías conformado por varios Magos destacados, dicho cuerpo se llamaría Inteligencia Secreta Mágica o para abreviar:
I.S.M.
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