Otro asesinato se había dado en la urbe de Nueva York, esta vez se trataba de una muchacha que un pobre vagabundo encontró en un contenedor de basura. El cuerpo de la víctima se encontraba desnudo y con símbolos raros tallados en su piel, al igual que las victimas anteriores que el detective Sanders investigó dando con los culpables: todos hombres de piel oscura. El asesino empezaba a tener un apodo en los medios de comunicación: The Boogeyman Killer o El Asesino de la Bolsa.
Por obvios motivos, dentro del departamento de policía se decidió quitarle el caso a Sanders debido a que nunca podía dar con el culpable y dárselo a dos detectives de homicidios que parecían más calificados para poder resolverlo, estos eran: Stuart King y Jeremy Satza.
Aunque ambos detectives no parecerían estar muy de acuerdo con la idea al principio.
Sanders era un idiota. Sus prejuicios raciales imperaban sobre su medio de trabajo en lugar de su verdadera capacidad de detectar y descubrir pistas, algo que Satza si podía hacer a la perfección. Parado delante del contenedor en la escena del crimen, aquel viejo sabueso, inició su investigación. Se encontraba solo y todavía no había recibido la noticia de que tendría un compañero para ese caso. Moviéndose con cautela escudriñó todo el escenario hasta el último detalle. No había ninguna pista que le indicase por donde comenzar.
- Pierde su tiempo- le habló una voz a sus espaldas- este no es el lugar del crimen como tal y las pistas que pudiesen haber ya fueron eliminadas por los mirones, la prensa y los mismos policías uniformados
Satza se dio vuelta contemplando a un joven muchacho que llevaba una campera de cuero junto a una camiseta blanca y un pantalón vaquero que complementaba su aspecto de motociclista al llevar esas botas de cuero. Una mueca de asco se produjo en el rostro del viejo detective al ver a semejante individuo y sin siquiera contenerse le preguntó:
- ¿Y usted sabe todo eso porque se dedica a…?
- Es cierto, no me he presentado debidamente- rió aquel muchacho sacando su placa junto a su identificación del bolsillo- detective Stuart King, homicidios. Imagino que usted debe ser el detective Jeremy Satza
- En efecto, lo soy, “detective”- se presentó Satza sacando su identificación- ¿Qué lo trae por aquí?
- Investigo el caso como usted- le contestó King- soy su compañero para este caso
La mirada de Satza cambio de asco a sorpresa al ver que semejante individuo seria su compañero, la risa de aquel muchacho que ni siquiera era capaz de vestir como una persona civilizada al hacer su trabajo como representante de la ley también lo molestó bastante.
- ¿Qué, acaso no recibió el memo?- le preguntó King con una sonrisa triunfal
El viaje desde la veterinaria hasta su jaula en un lugar misterioso le fue casi eterno, no podía saber con precisión en donde se encontraba y el resto de los perros que estaban a su alrededor no lo ayudaban a sentirse más tranquilo que antes. Las miradas de confusión en los ojos de sus congéneres junto a los ladridos de preguntas que difícilmente podrían tener una respuesta lo dejaban demasiado intranquilo, en especial si tenía en cuenta que cada dos por tres salían y entraban hombres con traje militar por la puerta de aquel pasillo lleno de jaulas. Tocando su collar, Rankle, veía una inscripción que no podía leer; pero de haberlo hecho entonces hubiese visto las palabras A 1 inscriptas en su placa dorada. En su interior nació un cierto temor que nunca antes había sentido, no a la muerte sino a la vida. Por primera vez en todos sus años de perro callejero, Rankle, temió a la idea de seguir vivo.
Se encontraba en una jaula que apenas si podía contener su enorme cuerpo, Thumber no había visto la luz del día en semanas desde que lo capturaron y colocaron en esa horrible celda donde lo mantuvieron escondido dentro de un camión, siendo transportado hasta un pequeño almacén sin ventanas donde se encontraba prisionero. La oscuridad lo asustaba demasiado y todavía era muy pequeño para poder entender lo que le había ocurrido a su madre. Temblando de miedo, Thumber, se sentía demasiado indefenso y el mundo que lo rodeaba se presentaba bajo ese color: el constante negro de ese almacén
El sonido de las persianas abriéndose lo tomaron por sorpresa y, después de varias semanas en completa oscuridad, Thumber pudo volver a ver la cegadora luz del sol. El hombre que mató a su madre se encontraba acompañado por dos sujetos que vestían de verde, estos tenían en sus manos una cantidad de papeles que le entregaron a aquel miserable asesino. Una vez que el hombre que asesinó a su madre recibió esos papeles de color verde, aquellos dos individuos de extraña vestimenta se dirigieron a donde estaba su jaula para cargarla entre ambos llevándolo hacia afuera. La luz del sol lo hizo chillar un poco por lo cegadora que le resultó; pero antes de poder seguir moviéndose de un lado a otro con intenciones de escapar, fue subido a otro camión y, desde allí, se dirigió al interior de un avión de carga que emprendería vuelo mientras el pequeño Thumber se encontraba al lado de otras criaturas salvajes como Serpientes, Jirafas y Mandriles que estaban en jaulas al igual que él. Tardaría horas en llegar a una enorme ciudad humana donde lo transportarían en otro camión hacia un edificio con varios animales nuevos que se encontraban en su misma situación. En la parte inferior de su jaula se encontraría escrito, con letras negras, una palabra que decía: B 1
Enfrente de aquel pobre elefante bebé se encontraría un perro siberiano llamado Rankle con el cual podría entablar conversación durante esas semanas.
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