En el principio, había solo oscuridad. El potencial infinito de existencia. Luego, el primer latido, que llenó de luz mi universo mental.
Al abrir los ojos vi que estaba acostado en medio de una habitación de paredes negras y estériles, hechas de azabache, las baldosas del piso eran translúcidas, y un líquido plateado bajo esta irradiaba una luz blanca, fría y tenue que no era suficiente para distinguir a qué altura estaba el techo.
Cada pared daba a un pasillo y esos pasillos desembocaban en habitaciones idénticas a la que me encontraba. Un laberinto infinito en todas las direcciones.
Incluso confundido y desorientado, mi instinto era hacer un chequeo de realidad para saber si esto era o no un sueño lúcido.
La primera prueba ya la había hecho, el solo cuestionar el sueño puede hacerlo colapsar y revelar su presencia.
Para la siguiente, puse mi mano derecha frente a mi cara y conté mis dedos, tenía cinco, como es normal. Luego, los moví como si tocara el piano, contándolos detenidamente en caso de que el número cambiará o los dedos pasarán uno a través de otro.
La tercera prueba fue más sencilla, tapé mi nariz e intente respirar a través de ella. No inspiraba aire, por lo que mis dedos eran sólidos.
La última prueba era más divertida. Cerré mis ojos de nuevo, me imagine levitando, no deje de sentir contacto con el suelo.
Decidí que esto no era un sueño, y por tanto estaba en un peligro real.
Me levanté y miré a mi alrededor, tratando de captar con mis sentidos cualquier pista o indicio de lo que estaba pasando, En este lugar no había olor ni sonidos, y mi único indicio del paso del tiempo era el flujo de mercurio luminiscente bajo las baldosas de cristal.
Fue entonces que escuche algo lejano e inconsciente de mi presencia.
Inmediatamente la adrenalina tomó control sobre mi cuerpo, instándome a huir o luchar, pero ¿de o contra que?
No tuve tiempo para maldecir mi suerte.
Escuché otro latido. Alguien estaba a mi lado, inconsciente en el piso.
Me arrodillé frente a él, tratando de despertarlo lo más sigilosamente posible.
—Taylor... Taylor —lo llamé mientras intentaba levantarlo—. Es urgente. Despierta.
—Di Strag.. mh... Lume... ¿Me quedé dormido en clase? —dijo, sin abrir del todo los ojos.
—Desearía que ese fuera el caso... Vamos, termina de levantarte.
—Ahhhhhhh! —Taylor gritó al ver donde se encontraba—. ¿D-Dónde estamos?
—¡No grites! —musité en el tono más bajo que pude—. No hay tiempo de quedarnos parados, te explico mientras nos movemos.
—¿¡Qué está pasando, Lume!? —Él volvió a gritar—, por lo menos dime donde estamos, por favor.
Lo empujé contra uno de los muros azabache. Tapando su boca con mis manos.
—¡¡¡¡shhhhhh!!!! Aquí viene.
Retorciéndose y arrastrándose, una masa informe y grotesca se acercó por el pasillo a nuestra derecha.
La oscuridad amorfa no tenía rasgos definidos, pero era translúcida, dentro de ella había un pequeño universo rebosante de estrellas y nebulosas.
Sentí el grito ahogado de Taylor contra mi mano y presione aún más fuerte, casi sofocándolo.
De la criatura emergieron múltiples cabezas sin rostro. No escucharon nada y se disolvieron en la masa informe de la que salieron. Luego, sus múltiples apéndices continuaron arrastrándola pasillo abajo.
Pasados unos minutos, cuando el sonido asqueroso de su arrastre dejó de escucharse, liberé a Taylor.
Taylor cayó al suelo, tosiendo.
—Perdón... Era necesario —dije mientras lo ayudaba a pararse.
—¡¡¡Si de verdad lo sientes empieza a hablar!!! —dijo casi sin voz.
—Bien... Pero tendrás que seguirme el paso.
Miré cada pasillo con cuidado y escuche con atención, tenía miedo que la criatura regresara o que hubiera otra cerca.
Cuando estuve seguro tome su mano y lo guíe por los pasillos. Sabía a dónde ir.
Eran los caminos de la mente y todo tiene un significado, en especial el flujo de mercurio bajo nuestros pies. En alquimia el mercurio representa la conciencia y el alma. ¿A dónde iba ese río de pensamientos? como todos los ríos, al mar.
Pero las aguas de ese mar representaban el conjunto de todas las ideas en el mundo mezclándose en un remolino infinito. llevándonos más profundo en este mundo por lo que lo mejor era ir contracorriente.
—Estamos en... otro mundo... —dije en voz baja.
—¡Obviamente! —respondió Taylor, intentando contener su angustia. —¡No es como que me voy a encontrar un eldritch horror en un Zoo!
Respire profundamente, tratando de aparentar estar calmado y despreocupado por nuestra seguridad.
—Este lugar se llama Entelequia —comenté, como si estuviera explicando un problema de matemáticas—, es el reino de las ideas y pensamientos que se generan en el mundo material.
—Espera ¿Como proyección astral? ¡¿Estamos en el plano astral?!.
—Algo similar, pero no del todo. Estamos aquí en carne y hueso, no solo nuestra conciencia. La manera más sencilla de imaginarlo es como si Entelequia fuera un hotel: las mentes de las personas son las habitaciones; los pasillos del hotel son las conecciones entre las mentes de todo el mundo, pero tanto las habitaciones como el pasillo son parte del hotel, en resumen, este lugar es donde todo lo que se imagina, sueña o se cree percibir sucede.
—OK... Asumiré que estamos en un calabozo de un rpg por mi salud mental... ¿y esa criatura era...?
—Como todo hotel, Entelequia tiene un lugar, como un sótano, oscuro y mal cuidado, donde se acumula la basura de los huéspedes. Si la basura no se saca, aparecen roedores y pestes. Pero en este caso, la basura son pensamientos e ideas negativas, y en vez de atraer plagas la basura cobra vida —hice una pausa, A nuestra izquierda, a varios pasillos de distancia, una de esas criaturas se arrastraba y retorcía, por suerte, alejándose de nosotros—. Esa cosa que viste es un mal ejemplo de lo que es un Tulpa: criaturas hechas pensamientos que han tomado forma y voluntad...
Continuamos avanzando, decidí no decir nada más, esperando que mis palabras fueran asimiladas por Taylor.
—Pero, ¿por que pasa esto?... a nosotros... justo ahora… —contestó tras varios minutos en silencio.
Me detuve y solté su mano. Me sentía asqueroso. No merecía tocarlo.
—Es mi culpa... —dije cabizbajo, sin encararlo—. todo esto está pasando porque soy un mago irresponsable.
Taylor no respondió.
Me lo imaginé detrás de mi incrédulo y con mil preguntas.
Pero, en vez de eso, sentí el calor de su cuerpo en mi espalda y sus manos suaves rodeando mi pecho.
Su abrazo se sintió bien.
—No es necesario que me des más detalles... Hay un punto donde la lógica no ayuda y... Confío en tí para sacarnos de aquí. Sea lo que sea que esté pasando.
—Taylor… —musité, sin saber cómo responder.
Sus palabras aliviaron un poco el peso de mi alma, pero esa sensación duró poco. Su confianza ciega solo me recordaba que no lo merecía a él ni a nadie, por ser un canalla que había tratado de aprovecharme de su amor.
Solo tenía claro que cuando saliéramos de aquí, debía enfrentarme a Taylor y aclarar lo que sentía por él.
De pronto, con un aura diferente, Taylor avanzó por delante de mí. Con una resolución que no había visto nunca en sus ojos.
Dentro de su preocupación el pelirrojo logró esbozar una sonrisa y dijo:
—Vamos. Te demostraré que no soy una carga cuando surgen problemas.
Le devolví la sonrisa, solo por cortesía. y lo dejé ir delante.
Pero, tan pronto empezó a andar taylor se detuvo pensativo.
—Si sabes hacer magia... ¿No tienes algún hechizo que nos saque de aqui o nos muestre la salida?
—Ya no hago magia. He incluso si lo intentara no tengo esa clase de poder… —respondí, sin estar seguro de decir la verdad.
—¿Y qué es exactamente lo que buscamos?
—Si soy sincero, no estoy seguro, pero creo que debemos seguir las reglas de este mundo. —señalé las baldosas transparentes—. El mercurio bajo nuestros pies representa ideas, pensamientos y conciencia, si seguimos este camino nos llevará a internarnos más profundamente en este mundo. Si vamos contra corriente deberíamos acercarnos al mundo material.
Taylor me miro detenidamente, juzgándome.
—Lume… Se reconocer cuando no estas seguro de algo.
—Bueno… También ir contra corriente puede significar que nos estamos internado en el subconsciente colectivo y enfrentarnos a tulpas hechos de miedos y traumas. En todo caso nuestra peor opción es quedarnos aquí quietos.
Taylor asintió y continuó adelante.
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