Al terminar las 3 horas de clase solo deseaba que la dosis de realidad hubiera disipado cualquier fantasía mágica.
Por la ventana del salón de clases el día estaba despejado, sin rastro de nubes o neblina.
—Wow... No esperaba comenzar la mañana de forma tan tediosa —Dijo Taylor cuando se encontraba a suficiente distancia del profesor y del resto de la clase.
—Por suerte para mí, esto fue todo por hoy… —dije—. Creo que puedo tomarme el resto del día para sobreponerme al aburrimiento.
—Te envidio. Mi tortura apenas empieza y luego tengo práctica otra vez. ¿Te molestaría acompañarme a comer? No he desayunado nada.
Asentí y bajamos hasta el primer piso, donde había un café que vendía pasteles y empanadas.
Nos sentamos en una mesa cerca de la ventana con vista al jardín de la facultad.
Las personas pasaban sin prestarnos atención en nuestras esquina.
—¿Seguro que no quieres nada? —preguntó Taylor, con tres empanadas y un café frente a él, listo para devorar su comida.
—No te preocupes, comí en el dormitorio… —mentí. Aún no me sentía bien y no quería explicar porqué.
—¿Ni siquiera un cafe? no me gusta comer solo.
No podía negarme a sus ojos de cachorrito, así que acepté con una sonrisa.
Compre el café y me fui a sentar junto a él otra vez.
—El café está bien, pero deberíamos tomar una cerveza —dije tras probar el primer sorbo.
—Es muy temprano —Contestó. —Además, yo no bebo.
—¡Oh!... No lo sabía.
—No tolero el alcohol. Me da nauseas.
—Debe ser divertido verte intentar beber —sonreí.
—¡¡¡No, por favor!!!
—De todos modos no sería bueno para mi cuerpo hacerlo ahora, estoy molido... Anoche no tuve tiempo para dormir bien.
—¿Mucho que estudiar?
—No precisamente.
Le hice una seña para que se acercara y se inclinó sobre la mesa.
—No le digas a nadie pero tuve visitas —le susurré al oído.
Su cara se puso roja y su cuerpo rígido.
—Lo se, anoche te vi subir a tu habitación con un chico —contestó en voz baja al incorporarse en su asiento. —No te preocupes, no le diré nada nadie.
—Pensé que había sido muy discreto —me encogí de hombros—. De todos modos todo el mundo lo hace aunque esté prohibido.
Taylor evitaba mirarme a los ojos, se enfocaba en el vapor que expelía el café caliente que apenas había probado mientras lo revolvía con una cucharita de madera.
—Me da algo de envidia que tengas esa clase de experiencias… —dijo melancólico—. Yo no me atrevería a tanto para meter a alguien al dormitorio a menos que significara todo para mí. ¿Es tu novio?
No contesté, realmente, no sabía la respuesta.
—L-lo siento... —su rostro se puso aún más rojo y lo ocultó con su manos— No fue mi intención ser tan indiscreto.
Aparté sus manos de su rostro.
—No te preocupes por preguntar. Es solo que... él no era nadie. —Me incliné sobre la mesa y le hablé de nuevo al oído. —Pero tú... eres diferente... Quizás un día deberíamos intentarlo.
—¡¡¡L-Lume!!! —gritó al levantarse bruscamente. —¡D-de ninguna manera!
—Solo bromeaba —reí—. Aunque eres bastante adorable, así que no me molestaría decirlo en serio.
Taylor quedó inmóvil en donde estaba y su incredulidad se transformó en enojo y este en llanto.
—¡No es justo! Siempre me estás insinuando cosas en broma... Y-y yo... —Bruscamente bajó el tono de su voz como si quisiera evitar a toda costa que las palabras salieran de su boca —Quizás... Yo… Si quiero que fuera en serio...
Taylor se quedó observando el paisaje por la ventana, como si pensara que mientras no me viera no tendría que afrontar una respuesta.
Yo lo miré, más impresionado por lo que pasaba por mi mente que por la declaración de Taylor.
Pero antes de que él pudiera retractarse o que yo pudiera entender lo que pensaba, lo tomé de la mano y lo hice seguirme en silencio.
...
Estábamos en un cubículo en el baño de hombres del tercer piso, las clases en ese lugar empezaban mucho más tarde por lo que era un espacio seguro para hacer lo que fuera que quisiéramos hacer.
Tenía a Taylor acorralado contra la pared, nervioso y jadeante.
Su mirada no sabía a dónde ubicarse, mis labios, mis ojos, mi pecho o mi entrepierna.
Él estaba excitado, y podía comprobarlo al acariciar el bulto palpitante de sus pantalones.
Taylor siempre me había deseado, solo que él era demasiado tímido para hacer algún avance. Yo siempre supe de ello, pero tampoco quería dar el primer paso.
Lo consideraba demasiado bueno e inocente para mí. No soy digno de tanta ternura, considerando los pecados de mi pasado.
Me conformaba en ahogar mis penas con cualquiera. Puesto que el sexo me ayudaba a bloquear mi magia.
Pero hoy ese instinto animal estaba tomando control sobre mí e insistía en hacer cuanto pudiera allí y ahora.
Tomar lo que se me ofrecía tan fácil y dejar sus restos en ese lugar tan apropiado para descartar desperdicios humanos.
—¿Estás seguro de esto?— Pregunté. Consciente de que cambiaría todo entre los dos.
Sabiendo que él esperaba algo más, conectarse profundamente conmigo y yo solo lo quería usar del mismo modo que una pastilla puede calmar un dolor de cabeza.
Me miró fijamente buscando en mis ojos aquello que anhelaba, y su cabeza se inclinaba hacia la mía, En ansias de un beso.
Podía sentir su aliento, y él el mío. Signo de que estábamos por unir nuestra fuerza vital, nuestra alma y nuestro cuerpo.
Cuando nuestros labios se tocaron, me di cuenta del error que había cometido.
Porque yo ya no era yo. Y el mundo ya no era mundo.
Súbita y sutilmente me sumergí en el mar primordial del inconsciente. Arrastrando a Taylor conmigo.
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