Menudo día, pensaba Ray mientras caminaba hacia la corte. Hoy podría asistir a un juicio importante a la vez que publicaría en la nota siguiente como vio al Doctor Kerner tomar un vaso de cerveza a tempranas horas de la mañana, su diario daría de que hablar aquella misma tarde.
De piel blanca, con cabello castaño que estaba muy escaso en el centro, tanto que se veía su calva, de unos cuarenta y cuatro años, con un sombrero marrón con una cinta negra en el centro que sostenía un papel que decía “PRENSA” pantalones marrones con una camisa blanca y una corbata marrón, Ray Finkle, sonreía viendo que el destino le daba una segunda oportunidad para brillar.
Siendo un periodista muy criticado desde los comienzos de su carrera, Ray Finkle era un hombre que no poseía escrúpulos a la hora de decir las cosas, no temía hundir a nadie y tampoco en destrozar las vidas que fuesen necesarias con tal de que la verdad saliese a la luz, aun si dicha verdad debía ser exagerada. Estuvo en la boca de todos cuando publicó la noticia de que el Senador Giggins tenía una amante, incluso para agrandar dicha noticia invento toda una familia secreta. La chica era real; pero la familia no, sin embargo eso no impidió que la carrera de Giggins cayera en picada. Durante un accidente exagero la suma de los muertos para advertirles a todos las consecuencias del manejar en estado de ebriedad. Los periódicos más respetuosos de la ciudad de Nueva York no querían que él estuviese trabajando en sus oficinas. Los medios de Ray eran más que cuestionables, aunque él no mentía, si exageraba los hechos sin medir las consecuencias y tampoco medía las personalidades que él estaba molestando con sus noticias exageradas. Sin embargo aquello no impedía a Ray el hacer su trabajo, en el año de 1934 fundó su propio diario con un personal propio, este se llamó “Tiempos Modernos” su diario era un éxito que recogía las ganancias y demandas que el mismo Ray esperaba… hasta que hizo el ridículo el año anterior cuando cubrió esa falsa invasión marciana que aquel muchacho llamado Orson Welles teatralizo en su estación radial. Finkle era el hazmerreír cuando intentó, bajo todos los medios, en una trasmisión en vivo de dar con los Extraterrestres. Después de una hora de transmisión por poco no quiso tirarse con el auto a un barranco cuando aquel mocoso dijo que era una teatralización de la novela de Wells. Incluso aquel presumido de Jonathan Rumble que trató de mantener la calma aquella noche se mofo de su incredulidad, aunque su esposa le regañó diciendo lo obvio. Que, al igual que Finkle, todos creyeron que hubo una invasión como tal, si solo la gran mayoría de la ciudad hubiese sido igual de comprensivos que la señora Caroline Daisy Rumble.
Su periódico agonizaba, dentro de nada cerraría por su reputación como un hazmerreír, por eso se dirigía ahora a donde estaba la corte, un juicio se celebraba y era de los importantes.
Un asesinato había ocurrido. Una muchacha muy dulce había sido asesinada de una forma demasiado cruel y morbosa. Las autoridades habían encontrado el cuerpo de Mary Jillins en un contenedor de basura con su rostro deformado por el disparo de una escopeta, su cuerpo había marcado con un cuchillo formando un mensaje que decía “RAMERA” la policía pudo dar con un sospechoso de dicho crimen: un muchacho de piel negra. Su abogado hacia lo que podía para sacarlo del apuro en el que estaba; pero Finkle sabía que eso estaba lejos de ocurrir, la justicia solo te favorecería si tenias una piel blanca y mucho dinero, sin embargo estaría encantado de cubrir dicha noticia.
Entrando en el edificio de la corte suprema de la ciudad de Nueva York, Finkle se dirigió a donde estaba celebrándose el juicio, cuando entró se sentó en el primer asiento que vio, a su lado había un muchacho de tez negra que vestía muy bien. Este se veía con una expresión de enojo, tristeza y un deseo de atrapar al verdadero asesino de la muchacha junto con el idiota que arresto a ese hombre. Sonriendo, mientras tomaba su libreta de anotaciones, Ray supo en ese momento que tenía una gran historia entre manos… y no se equivocaría para nada.