Conducía su automóvil mientras buscaba algo en la radio de su automóvil, solo encontraba música que lo aburría un poco, con un suspiro, Stuart King apagó la radio dejando la frecuencia policial como la única emisión audible, se sentía feliz de haber llevado aquel perro vagabundo a la veterinaria donde encontraría una familia que lo adoptaría o…
Al menos tendría comida y un techo esa noche, sin embargo el que ese bravucón con uniforme policial creyese que su placa era falsa si le daba risa, King había sido policía por tres años y en ese tiempo aprendió que si deseaba ganarse la confianza de los maleantes para saber a quien debía arrestar y con qué pruebas hacerlo, entonces el mejor modo de que no sospechasen de él no era vestir un traje costoso sino vestir como ellos. Infiltrarse, como si fuese un espía, en la parte más baja de la ciudad y salir vivo para contarlo, aunque eso sonaba mas como una pobre escusa antes que una explicación lógica y razonable.
La verdadera razón era que King vestía así porque él provenía de vecindarios bajos y peligrosos. Su infancia fue en la zona más pobre de toda la ciudad de Nueva York, Queens.
Recordaba su infancia cuando él y su hermano Sam solían robar algunas mantas o comida en los negocios para no morir de frió o hambre en las noches heladas dentro de su pequeño apartamento, que olía a orina y las ratas se paseaban por toda la pared. Incluso recordaba cómo alguien debía montar guardia para que la familia no fuese alimento de dichas ratas que aparecían todas las malditas noches sin falta, ratas enormes con ojos rojos.
La situación en aquel entonces era mala; pero ahora con la recesión era peor. Las personas robaban para sobrevivir, las manzanas estaban a cinco centavos; pero aun así eran costosas, casi un lujo. Sin embargo esa no era la peor parte. No, la peor parte eran las mafias. Eran similares a las ratas, se multiplicaban y expandían por toda la ciudad como si fuesen las paredes de su habitación. Al principio fueron solo dos, los Vittory y los Oriani, después comenzaron a crecer, siendo las familias Gandolfi, Oriani, Kisilia y Ticitia las más importantes dentro de Nueva York, habían otras, eso era cierto y siempre aparecían algunas de debajo de las alcantarillas para tratar de reclamar su lugar en la ciudad. En esos tres años King habría protagonizado cientos de arrestos hacia esos mafiosos; pero ellos podían salir de su celda gracias a los abogados que esos infelices podían pagar, la ley no era lo mismo a justicia y el orden no era lo mismo a la moral, aquellos desgraciados podían torcer las leyes a su favor, hacer con el orden lo que ellos quisieran e incluso enseñorearse de la ciudad como las ratas se enseñoreaban de aquella habitación al anochecer.
El único modo de poder encerrar a esos sujetos no era por medio de la ley, sino por los medios necesarios para atraparlos con las manos en la masa y probar en la corte que esos sujetos eran asesinos, chantajistas e intimidadores. Nada distintos de los bravucones de los colegios o de las ratas. Aunque todo parecía indicar que había ciertos roedores con uniforme en las calles, ese desgraciado de Jersy era un ejemplo, por fortuna lo pudo fastidiar. King había aprendido desde joven y a las malas que el mundo no lo gobernaban las leyes sino el dinero y los corruptos, por ende él haría lo necesario para terminar con esos sujetos, aun si era en contra de la ley.
Su estomago dio un gruñido por lo que, riendo, supo que tenía hambre. Estaciono su automóvil cerca de una cafetería. Salió del coche, camino a donde estaba la puerta; pero una muchacha pelirroja se le adelanto y abrió la puerta diciéndole
- Lo siento, llego tarde al trabajo, por favor pase- le sostuvo la puerta a lo que King riendo le dijo
- No se preocupe señorita, cuando uno tiene prisa, tiene prisa
- Y que lo diga- rió la joven cerrando la puerta después de que King se adentrase al local, ella continuó camino a donde estaba la barra.
King se sentó en una mesa esperando ser atendido por aquella muchacha o cualquier otra linda jovencita a la vez que tomaba un periódico para mirar sobre el juicio que se llevaría a cabo esa tarde, solo había un tipo de persona que iba a prisión en ese mundo de poderosos y eran los pobres o los que nacieron con el color de piel erróneo.
Este parecía ser uno de esos casos.