Estaba soñando, estoy seguro. Me sentía insustancial, flotaba entre las estrellas, como mirando una fotografía del espacio exterior.
Esas fotografías son falsas, porque nada que podamos ver con nuestros ojos puede ser tan hermoso y mágico, pero el universo de mis sueños resplandecía con nebulosas de mil colores, galaxias de todos los tamaños y millones de estrellas.
Puede que mi sueño suene aburrido, en realidad todos lo son, excepto por los de uno mismo.
Nuestros sueños tienen un sentido tan profundo que es casi imposible de comunicar. Es como mirar en un espejo el reflejo de nuestras mentes.
En este caso, el reflejo de mi mente se materializó como una puerta de madera añil dentro de un marco de marfil blanco con ornamentos dorados de rosas y enredaderas, que emanaba luz, calidez y éxtasis.
Mi cuerpo mental se aproximó hacia ella instintivamente, como una polilla a una lámpara.
Extendí mi mano, deseando abrirla, pero sabía que no debía hacerlo.
—¿Por qué dudas, Lume? —las palabras entraron directamente en mi mente, con mi propia voz, pero no eran mis pensamientos—. Es tiempo de permitirte ser libre. Dejar el pasado y la culpa atrás. Es tiempo de vivir.
—¡Ya basta! —respondí tajantemente—. ¡Deja de torturarme mostrándome el pasado! ¿Quién te crees que eres?
—Soy todo el potencial que no has desarrollado, las posibilidades que has reprimido, la magia que te avergüenza. Soy el genio en la lámpara esperando ser liberado para cumplir todos tus deseos.
—¡Tú sólo eres una voz sin forma, una idea recurrente, un parásito del sufrimiento! Por eso me haces revivir el peor momento de mi vida.
—Al rechazarme, te rechazas a ti.
La madera añil de la puerta perdió su solidez y color, volviéndose como agua. Pero en vez de caer del marco se mantuvo contenida en el borde. Me vi reflejado en ella como si fuera un espejo. Solo que me veía como siempre quise ser.
El rostro de ese otro yo seguía igual al mío: cabello castaño, ojos azules oscuros, y una pequeña cicatriz sobre la nariz. Él estaba vestido con el uniforme de los Caballeros del Infinito con una capucha de invisibilidad sobre sus hombros.
Su cuerpo estaba protegido por Kavacha, el arquetipo de armadura impenetrable. Se manifestaba como una neblina invisible a su alrededor que ocasionalmente emitía un sutil brillo índigo que delataba su existencia.
En su mano derecha empuñaba a excalibur, el arquetipo de la espada más poderosa. Se veía como una espada medieval de cristal, dentro de ella un pequeño universo destellaba con luces doradas de estrellas en nacimiento.
En su mano izquierda portaba la égida, el arquetipo de escudo definitivo, era de cristal y estaba tallado con runas y glifos de poder que emitían destellos verdes.
Me acerque aún más al marco de la puerta y al reflejo. Embelesado por lo que pudo ser y nunca será.
Mi universo mental se llenó con la luz que provenía de la puerta. Por primera vez en mucho tiempo me sentí completo.
Debía abrirla…
Quería abrirla...
...Necesitaba abrirla.
—¡YA BASTA!
Grité justo antes de sucumbir a la tentación. Liberándome del encantamiento de la puerta.
Mi voz resonó por todo el sueño, provocando que el espejo se fracturara y la visión desapareciera.
Las grietas del reflejo se extendieron por el marco de la puerta y más allá, quebrando el universo.
Cuando los fragmentos se desintegraron, ya no había estrellas imaginarias ni nebulosas multicolor, todo había sido reducido a la nada.
En este estado primordial de mi mente, vagué por la oscuridad sin rumbo por una eternidad. hasta que, a la distancia, escuché un sonido desde la realidad, rescatándome de la profundidad de mi sueño.
...
Escuché mi despertador, y ya no dormía, pero el universo de mis sueños estaba en la habitación, y yo levitaba sobre mi cama, acurrucado entre las galaxias y estrellas de mi imaginación.
La fantasía terminó abruptamente: antes de comprender lo que pasaba, caí a la cama.
—Este sueño... otra vez…
Me quedé allí, mirando las siluetas en el techo que formaba la luz del amanecer filtrándose por la ventana de mi habitación.
Cualquier persona cuerda debería estar asustada por lo que acababa de pasar, pero yo, en cambio, estaba aliviado de tener un dormitorio privado este año y ahorrarme explicaciones a otro compañero de la facultad.
Explicar que soy un mago, y que para hacer magia hay que estar dispuesto a jugar con el delirio y caer en la locura de vez en cuando.
Explicar que lo verdaderamente aterrorizante no era despertar flotando sobre mi cama, sino que esto sucediera sin que yo lo deseara.
Esta era la quinta vez esta semana que me despertaba en medio de algún “milagro involuntario”. Esto no debería pasar, porque hacer magia es un acto consciente en que se impone nuestra voluntad sobre el universo.
Es verdad que muchas personas hacen magia sin saberlo, como cuando alguien imagina algo y lo dibuja, trayendo sus ideas al mundo material. Pero lo que me pasaba a mi era equivalente a pintar La Capilla Sixtina mientras dormía.
Nada que rompa las leyes del mundo material puede lograrse sin estar consciente de que se intentó.
En especial cuando he hecho todo lo posible para hacer mis días más mundanos y monótonos desde que abandoné la magia.
Por siete años he tratado de encajar en las casillas de la cordura y olvidar todo lo que sé y he visto, y eso es difícil.
Cuando llegó el momento de decidir qué carrera universitaria tomar, decidí estudiar física, una de los enemigos de la magia.
En realidad, todas las ciencias lo son. Porque tratan de crear un mundo objetivo, donde solo hay una realidad y una respuesta lógica que lo describa todo. Por el contrario, la magia es subjetiva y la lógica no importa. Si lo crees, real, se vuelve real.
Es por eso que la realidad de los datos y los números, sin espacio para milagros, es justo lo que necesito ahora.
Mi segunda alarma sonó.
No tenía sentido quedarme allí, mientras más rápido sacara el asunto de mi mente, mejor, y la mejor forma de quitarle poder a una idea era dejar de pensar en ella.
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Gracias por continuar leyendo hasta aquí :3 el siguiente capitulo (y la parte 2 de este que es nsfw, estarán mas pronto que esta!)
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