La guerra azotaba Europa. En realidad todavía no había una confirmación ni en el mismo continente; pero los periódicos no parecían exagerar en nada de lo que contaban, el partido Nazi que un pintor Austriaco llamado Hitler comandaba estaba tomando una postura muy agresiva y posiblemente expansiva en toda Alemania. Sentado en su silla de respaldos rojos, con el diario apoyado sobre su mesa de vidrio con un felpudo verde cuadrado al inicio de la misma, en una habitación oscura cuya única iluminación eran las ventanas que mostraban la parte industrial de Nueva York, los ojos rojos de aquel empresario misterioso llamado Steve Anderson se posaban en esas noticias. Dando una pequeña risa Anderson mismo supo que un guerra vendría pronto, la olía desde los filtros de aire de su propia mascara de oxigeno.
Alemania sufrió mucho en la Gran Guerra, fue, de todas las naciones involucradas, la que más perdió al finalizar dicha guerra. Ahora pensaban retomar lo que les habían quitado, solo era cuestión de tiempo para que las naciones cercanas viesen soldados Alemanes desfilar por sus calles con sus marchas militares, los Alemanes amaban esas marchas tanto como él amaba el construir armas para dichos ejércitos. Dejando el periódico en la mesa y colocando sus manos sobre lo que sería su mentón, Anderson comenzó a pensar. Debía estar sereno, calmado y tener visión de lo que podría pasar a futuro.
Las tropas Alemanas aun tenían armamento e incluso, si lo deseaban, podían fabricar más. Algunas naciones como España, Italia y posiblemente la misma Austria parecían estar de acuerdo con el régimen que Hitler deseaba imponer; pero ¿las otras naciones lo estarían?
Anderson no era ningún idiota y siempre apostaba a los ganadores a la hora de hacer sus negocios, pensó en las naciones que estarían involucradas. Polonia podría oponerse ante cualquier deseo de Hitler ante una hipotética expansión agresiva. Francia se negaría sin lugar a dudas, aquella nación orgullosa de su pasado imperial no aceptaría la posibilidad de anexarse a sus antiguos rivales a los cuales ellos mismos fastidiaron con aquel tratado en 1917.
Inglaterra se arrasaría a si misma antes de querer colaborar con los Alemanes. Anderson ya había hecho tratos antes con la misma nación Británica. Su orgullo, al ser los vencedores de “la guerra para terminar con todas las guerras”, les haría imposible siquiera la idea de someterse o colaborar con un régimen que a pesar de verlos como iguales, ellos no lo hacían en lo mas mínimo.
España no colaboraría en nada. Anderson mismo había visto los resultados de guerras civiles en el pasado, nadie que haya comandado una y vencido haría la locura de meterse en otra guerra reciente. Franco no solo perdería su puesto como gobernante ante los rebeldes restantes sino que además no poseía ningún ejército. Italia parecía estar favoreciendo al Reich y a la vez se rumoreaba que el Emperador de Japón, Hirohito, también deseaba colaborar en lo que le fuese necesario a los alemanes si estos los ayudaban con la invasión a China.
Solo habían dos naciones que le preocupaban demasiado a Anderson, una era Rusia y la otra era Estados Unidos.
Rusia era la piedra angular de todo en este hipotético conflicto entrante. Siendo una nación demasiado grande y con posturas políticas totalmente distintas a las occidentales, el régimen del camarada Stalin era algo que cualquiera con un poco de sensatez debería temer. Una nación que pudo vencer un imperio fácilmente, que mantuvo a los Romanos a distancia durante generaciones y cuya reputación en combate era temible, no debería ser molestada o mucho menos intimidada. Si Hitler decidía mantener su régimen solo en su nación entonces nada había de que preocuparse; pero si una expansión agresiva se daba, entonces la postura que tomaría con Rusia debía ser tomada en cuenta cuanto antes.
Estados Unidos también era algo que considerar seriamente. Durante la guerra anterior los norteamericanos tardaron mucho en tomar una decisión final sobre su postura con los bandos que peleaban en dicho conflicto. El mismo Anderson se preocupo de que, durante esa guerra, Estados Unidos se aliara a Alemania, debido a que Fuego Del Mañana era la principal proveedora de armas del ejército Británico. Si Hitler hacia lo que Anderson creía que haría, entonces la postura de su propia nación le era imperante en ese momento para futuras negociaciones. Si comerciaba con el bando equivocado entonces toda su empresa junto a su reputación se irían al retrete, en ese momento Anderson solo deseo que la Alemania del partido Nazi solo se quedara en Alemania.
La radio estaba puesta en su oficina; pero aun así el sonido del teléfono lo sacó de sus pensamientos, Anderson molesto tomo el teléfono para oír la voz de su secretaria diciéndole
- Señor Anderson, el detective de homicidios Jeremy Satza desea verlo
Con un suspiro de enojo Anderson le dijo a su fiel secretaria desde la otra línea
- Hazlo pasar
- Si señor
Al poco tiempo se abrió la puerta para entrar un hombre regordete, de cabello castaño, llevando un sobretodo marrón claro con un sombrero negro, un traje gris junto con una corbata negra y una camisa blanca impecable. Fumando un habano el detective Jeremy Satza sonrió, luego le dijo
- Buenas tardes señor Anderson, tengo unas preguntas que me gustaría hacerle
Con un gruñido de enojo, Anderson supo que el día seria jodidamente largo.