En el año 1854 hubo una mujer llamada Hidalga, ella como muchas otras damas de la época soñaba con casarse, un esposo y tener hijos, pero la desgracia tocaría pronto su puerta. Feliciano Cruz era su nombre.
El inicio de la travesía.
Feliciano era lo que se conocía como nigromante, este hombre alto, de piel tostada e imponente ojos marrones conoció a Hidalga cuando esta contaba 26 años; ésta agotada por su desfortunio en el amor, y de ser la burla de la comunidad por seguir soltera a los 26, decidió seguir a este hombre en busca de una solución fácil a su fatídico problema.
Una tarde de Abril Feliciano llegó a casa de Hidalga con todas sus herramientas listas para empezar a trabajar. Según el estudio previo realizado por el nigromante, Hidalga estaba maldita ¡Y no sólo eso! se necesitaba de un gran sacrificio para romper la maldición; eso fue todo lo que bastó para la joven mujer.
La decisión estaba tomada.
Un círculo de pólvora fue hecho y ella colocada en medio. Cientos de velas rodeaban el circulo junto a un caldo de diversas cosas, donde se destacaban partes de animales y plantas sumamente tóxicas.
Feliciano encendió las velas y empezó un suave y tétrico canto. La increíble voz de tenor del hombre pronto fue mutando a la de una soprano. Ya no era él quien cantaba.
La voz se elevaba al cielo y regresaba como una implosión. La pólvora fue encendida por fuerzas ajenas a los humanos presentes. Hidalga temblaba de pies a cabeza pero se mantenía firme e intrigada ante tal espectaculo.
Feliciano dio un gutural grito que logró helarle la sangre. Se puso de pie y fue directo al circulo.
- ¡Ofrece tu sacrificio!
Hidalga fue puesta de pie, expuso la muñeca y con un cuchillo cortó de ella dejando caer hilos de sangre.
Feliciano bailó y se regocijó, todo estaba por acabar, su misión finalizaría pronto, era la última virgen por sacrificar.
El hombre giró para finalizar el acto y la hoja de un cuchillo rasgó su cuello.
Un chorro de sangre fue despedido y luego, nada.
El cuerpo inerte de Feliciano cayó al suelo con una expresión que lo acompañaría para siempre.
El error del intrépido nigromante fue no investigar el pasado de la víctima, quien no siendo nada inocente había acabo con todos sus familiares y sus anteriores 3 maridos.
Hidalga la loca, le decía; pero de loca ni un pelo.
Había ofrecido a cada conocido que había podido como sacrificio, solo le faltaba uno con un poder espiritual encima de la media y el nigromante era una opción perfecta. Así, Hidalga, entre risas, obtuvo la juventud eterna; deuda que pagaría a plazos cada 100 años.
Bailó y se regocijó entre la sangre. Mutiló las partes e hizo múltiples ritos.
Hidalga sería recordada desde ese momento y para siempre como "ITAULA" que en la lengua de su pueblo significa "La que no muere."
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