Ambos intrusos guardaron silencio por un rato que se hizo largo. Sólo se escuchaba el crujir de la madera como si la casa sintiese un dolor o como si supiese lo que pasaba en su interior.
Pi decidió agacharse, después de todo no lograba ver en absoluto, y pensó que sería más fácil desplazarse de esa forma sin tocar nada. Sin embargo, para asegurarse de eso, puso una mano extendida hacia el frente, colocó su espada en la espalda y avanzó con extrema cautela. En lugar de arrastrar las espinillas Pi mantenía levantadas las rodillas y caminaba cual animal, cambiando de mano a cada paso.
Cada movimiento lo hacía lentamente, levantando el pie, sosteniéndose con el otro y bajando la pierna mientras tocaba el piso primero con el talón, luego la planta y finalmente con los dedos del pie. Lo mismo hacía con las manos pero al revés, primero los dedos, luego la base de estos pegada a la palma y finalmente ésta. El trabajo de músculos era excesivo, pero no para ella, era la mejor, atleticamente hablando, de todo Matenas. Sin embargo la herida de su pierna le caló hasta el hueso.
Tal como había dicho Li, ella aún no estaba al cien, y sintió un calambre dominar toda la pierna obligándola a caer y sostenerse con ambas manos pero sólo lo hizo con los dedos y con ello pudo arrodillarse sin hacer ruido. Supo entonces que no podría seguir así y debía actuar más rápido, para su suerte sus ojos por fin se habían acostumbrado a la oscuridad y ahora era capaz de ver aunque sea un poco, pero esto le permitió notar una luz que provenía de la esquina a su derecha. Se movió, esta vez, apoyándose también sobre las rodillas y un poco más rápido.
«Se como Li »Se repetía mientras lo hacía, ya que gracias a las pezuñas suaves del mismo era extremo silencioso, de forma involuntaria.
Al llegar a la esquina pudo escuchar con más claridad los pasos del intruso. Se irguió y pegó a la pared, poco a poco fue recorriéndose y a cada pequeño paso, oía los del ladrón, más y más claros. Tomó su espada y se dispuso a doblar la esquina, ahí debían estar a las escaleras.
Desde fuera, en la calle, se escuchó el sonido de unos cascos galopando, No podía ser Li, el ni cascos usa y casi de inmediato se escuchó un grito que resonó en todo el pueblo.
―¡¡¡Pi!!!
La voz era inconfundible, pero eso no fue lo que la sorprendió, sino que a unos palmos de nariz, Pi se topó con alguien que bajaba por las escaleras, y junto con el grito ambos chocaron sus cabezas al no poder reaccionar. El otro cayó sobre ella quien soltó su espada y se pegó en la nuca.
Li escuchó el grito y supo que se trataba de Ico, pero no se decidió que hacer, pues esa llamada podría alertar al ladrón provocando que saliera en cualquier momento, sin embargo también escuchó el golpe que provino del interior de la casa, y finalmente se arriesgó a intentar ver qué sucedía adentro del edificio.
Ico volvió a gritar, su voz casi se quebraba y Pi abrió los ojos. Sobre ella se encontraba el ladrón, llevaba una capa negra con gorro y tenía cubierta la cara, tan sólo se asomaban sus dos grandes y amarillos ojos, eran tan grandes que la parte inferior de los mismos alcanzaba a cubrirse con lo que parecía ser una mascada. Él le miraba fijamente pero cuando escuchó a alguien en la ventana rápidamente se puso de pie, miró y ahí se encontraba Li.
―¡Pi! ―Gritó el caballo, Ico lo escuchó y el ladrón agarró un rectángulo que llevaba en su pierna izquierda.
Pi permaneció tirada en el suelo mirando a Li forcejear en la ventana y vio al ladrón accionar el rectángulo. Un sonido metálico, como una cuchilla siendo afilada resonó en la habitación, Pi distinguió un brillo azul pálido sobre una superficie larga y delgada Pero al poco tiempo esa cosa se torno de un rojo vivo y pudo sentir un intenso calor proveniente de ella, no sólo eso, además pudo sentir como los vellos de sus brazos se erizaban, incluso los de su cabello, pero Pi no tenía miedo, más bien estaba intrigada y emocionada.
El ladrón llevaba una especie de espada, de donde provenía ese brillo y ese calor. Lo alzó sobre ella, Li gritó e Ico se apeó. Al instante se escuchó un fuerte golpe de un metal sobre otro y sobre madera y al poco tiempo la puerta de adelante de la casa se abrió y de ella salió el ladrón corriendo en línea recta.
Li había cerrado los ojos pensando lo peor, pero al abrirlos no vio a ninguno de los dos. Rápidamente sacó su cabeza de la ventana y corrió al callejón contiguo donde logró ver al ladrón.
Este corrió hacia uno de los puestos de en medio de la plaza, queriendo usarlo como escalón, pero no se percató de la presencia de Ico y Silas. El puso un pie sobre el borde del puesto y casi al instante junto con el sonido de un relámpago el puesto fue reducido de un golpe. Pero esto logró darle un empuje y alcanzó a tomar la barandilla del segundo piso de la casa de enfrente.
―¡Mamá! ―Pi corría detrás de éste, pero no podría alcanzarlo pues el puesto estaba destruido. Sin embargo Ico que acababa de dar ese golpe reaccionó casi por instinto e hizo un escalón con sus manos, las cuales se cubrieron de un aura ondulante, para impulsar a su hija hasta el segundo piso, mientras pensaba ¿Por qué rayos la estaba ayudando a meterse en problemas? Esto hizo que su hija cayera en el techo sobre su pie derecho. Mientras el ladrón subía por la barandilla hacia este, para toparse frente a frente con Pi.
Un segundo relámpago atronó en las nubes, y como si las hubiese lastimado comenzaron a llover. Frente a frente La espada de Pi brillaba amarillenta con el intenso reflejo de la espada del ladrón, de la cual emanaba vapor producido por las gotas que se incineraban al contacto con su hoja.
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