—¡¡¡Hey!!! ¡¡Hey!!! ¡¡¡¿Estás bien?!!!
No sabia quien me hablaba, mientras abría los ojos solo pude distinguir su cabello rojo casi fosforescente y sus profundos ojos azules.
El joven arrodillado junto a mi no tenia mas de 16 años y su ropa de entrenamiento estaba raída y quemada.
Mi ropa también estaba desgarrada pero por suerte nada me dolía, lo único raro era que sentía un sabor a sangre mezclado con ceniza en mi boca.
A nuestro alrededor el fuego carmesí que había producido mi magia estaba calcinando los escombros de la fortaleza.
Algunas gotas cayeron sobre mi rostro. Hubiera sido bueno que lloviera, pero el destino no era tan amable. Las gotas venían de otra fuente.
—¡¡Pensé que estabas muerto!! —por alguna razón, este muchacho que nunca había visto, estaba llorando al verme—. Estoy tan feliz.
Me sentía extraño, como despertar después de una operación quirúrgica: el cuerpo y la mente regresan de una abismo sin sueños.
—¡M-mi Padre! —dije, cuando el instinto más básico busco protección—. ¿Dónde está?
Intente levantarme, pero el chico lo evitó recostándome de nuevo en el suelo.
—No sé quién es tu Padre, pero por favor no te muevas, puede que tengas alguna herida o lesión interna. Iré por ayuda. Todo estará bien, lo prometo.
El pelirrojo regreso a los pocos minutos con un grupo de paramédicos, me pusieron en una camilla y me llevaron a un lugar seguro, donde las llamas no habían llegado.
En el campamento provisional habían algunas docenas de heridos en camillas. y otros cuantos dentro de bolsas negras, cerradas.
El pelirrojo se rehusó a recibir ayuda, y permaneció conmigo todo el tiempo.
Aproveché para preguntar por mi Padre. Él estaba grave por haber estado tan cerca del epicentro de la explosión, pero vivo.
Después de asegurarse de que estaba bien, los paramédicos se fueron para atender y buscar más heridos.
—¿Por qué sigues aquí? —le pregunté al muchacho que aún permanecía ahí como un perro perdido.
—¿Quieres que me vaya? —contestó un poco apenado.
—¿No tienes alguien más por quién debes estar preocupado?
—N-no lo sé… No puedo recordar nada.
No sabía qué responder, así que dejé que el viento se llevara sus palabras.
—No nos conocemos… —dije—, y aun así estabas llorando de alegría al verme vivo...
—E-eres la primera persona que veo —sollozó—, pensar que estuvieras muerto me hizo sentir solo... bueno, más que solo... inexistente dentro de este infierno.
—Soy Lume —le dije, tendiendo mi mano. Él necesitaba una conexión con cualquiera, yo era el que le había provocado la amnesia, me parecía correcto ser ese puente.
—Yo... creo que aún no se quién soy pero, es un gusto conocerte, Lume. —respondió, secándose las lágrimas que se esforzaba por ocultar.
—¡Pero si eres alguien! ¡tú me salvaste! ¡Eres mi héroe! —le dije, tratando de sonreír a pesar del vacío que sentía en mi corazón—. Ven, vamos a buscar un médico, si no recuerdas nada deberíamos buscarte ayuda.
Los Caballeros controlaron el Incendio en pocos minutos. y comenzó el recuento de muertos y heridos.
Los tres miembros del consejo murieron al instante, o al menos eso suponemos porque nunca pudieron encontrarse sus restos.
La mitad del Arcanum había explotado, docenas de personas quedaron heridas, otras más quedaron calcinadas o aplastadas por escombros, incluyendo otros cadetes y aprendices.
Después de ese día, no pude hacer magia otra vez, el miedo me bloqueaba. No quería volver a causar tanta miseria y dolor.
Comments (0)
See all