CONTINUACIÓN DE LA PARTE 1:
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Me había convertido en el único líder de la cofradía, y bueno, perdimos a muchos miembros. Más de la mitad probablemente; como sea, ese tema estaba resuelto y el futuro era brillante. Ya dominábamos el mercado de la coca en Santiago, e incursionábamos en muchas otras actividades, apuestas, prostitución, asesinatos por encargo, en fin. Si tenías un problema que no podías resolver por el conducto regular, ahí estábamos nosotros para ofrecer una mano, y la plata fluía como nunca antes vi. Una de las primeras cosas que hice, fue conseguirme una pistola digna de mi nuevo status, una Smith & Wesson 9 mm bañada en oro que me cabía en la chaqueta. Podías perforar un caballo, decían, y tenía que comprobarlo.
No piensen mal. No es que haya olvidado los grandes ideales que me inculcaron mis difuntos compañeros, que Dios los guarde. ¡Es sólo que todo ese activismo tenía que financiarse, por la chucha! Yo y mis hombres tenemos que comer. Además ¿Quién dice que la revolución no será televisada? Será televisada, en HD, y pagada por nuestros enemigos, si se la vendemos en un paquete suficientemente atractivo.
Como decía, el negocio de la prostitución me resultó muy curioso. Con todos los inmigrantes que había en la ciudad esos años, llenar nuestros establos era especialmente fácil, ni siquiera teníamos que enfrentarnos con la policía, no había la menor regulación.
Había un par de mascotas en particular que me llamaban la atención, un cabro y una cabra, hermanos creo. A pesar de que pasaba mucho tiempo con ellos, nunca hablaban, ni siquiera entre ellos. Por lo general las mascotas lloraban o nos pedían que no las lastimáramos, pero ellos nada. Quizá eran mudos.
Un día llegó un cliente frecuente a discutir conmigo sobre otros negocios que manteníamos. Era diputado, o senador, no recuerdo. La cosa es que vio a los hermanos silenciosos y quiso probar al más joven. “Nada relaja más después de un día de pega como invocar cabros chicos”, dijo. Y era verdad. Pero dado que ambos teníamos otros temas que conversar, le dije que, si no tenía problema, se lo culiara rápido ahí mismo, en mi oficina. Estaba bien, él era un buen cliente. Él no tuvo problema y le empezó a dar ahí a tres metros de distancia de mí. ¡¿y qué creen que pasó?! ¡El pendejo empezó a gemir! No era mudo ¡sólo encontraba mi pene muy chico! Me empecé a reír a carcajadas y este viejo político no entendía por qué, pero siguió.
La verdad, yo no soy de juzgar a nadie. La gente es muy buena para juzgar, sobre todo lo que no han probado. Nada es más satisfactorio que saber que tras el acto sexual la otra persona nunca podrá olvidarte. Desgarrar a tal punto física y emocionalmente al otro que vivas por siempre en un rincón de su mente. Quizá eso ha sido lo que he perseguido siempre, ser recordado. Yo no llegué a este mundo para ser olvidado, yo tengo un propósito.
En fin, a esos hermanos, no recuerdo qué les ocurrió. No duraban mucho las mascotas, la verdad. Después de algún tiempo se enfermaban, tenían sobredosis, en definitiva, había que darlos de baja después de unos cuantos meses.
Por esa época comencé a notar la gran cantidad de políticos de alto rango que solicitaban alguno, a veces varios de los servicios que mi asociación ofrecía. Me caían bien, en general. Comencé a comprar acciones de medios de comunicación, y al poco andar, tenía el negocio más rentable en el que me hubiese involucrado nunca. Simplemente chantajeaba a algunos de estos clientes, aquellos que tenían las redes de protección más deficientes, con mostrar a luz pública todos los negocios turbios en los que estuviesen involucrados. Todos ellos me temían, no me querían como enemigo, así que debían hacerme grandes favores para mantenerme como un aliado. No tenían con qué amenazarme –aunque sí que lo intentaban-, ellos tenían una imagen pública que cuidar, responsabilidades, eran parte de la sociedad, básicamente. Mientras que yo estaba en las sombras, moviendo las piezas que quisiera cuando quisiera, sin rendir cuentas a nadie, y manejando mi propio servicio de inteligencia, que no tenía nada que envidiarle a la CIA.
Había entendido la sociedad en que vivía. No tenía que temer ninguna consecuencia o represalia siempre y cuando no me metiera con peces más gordos que yo mismo. Pero francamente, me estaba costando trabajo determinar quién podía ser en ese momento más grande que yo. Digo, claramente había quienes tenían más recursos, pero nadie tenía un ejército preparado y listo como el mío, además de… bueno, el Ejército.
Rápidamente entendí que mi forma de vivir estaba nublándome de ver todas las alternativas. Todos esos clientes que estaban involucrados en la política se daban la gran vida y no necesitaban gastar toneladas de billetes en protección ni estar constantemente arriesgando sus vidas.
Supe que lo que necesitaba, aquello que me faltaba, era el poder político ¿Pero cómo iba a pasar de habitar las sombras a estar en medio de la luz pública? se preguntarán, ¿Y cómo no? Nelson Mandela estuvo en prisión 27 años y de ahí se fue directamente a la presidencia de Sudáfrica. A Hitler tampoco le hizo nada de mal el paso por la cana. Nada te prepara mejor para enfrentar las sutiles y retorcidas maquinaciones de la política como la cárcel.
Es básicamente lo mismo, sólo que tienes que usar corbata, eso es un punto importante.
Controlar grandes cantidades de acciones de los medios de comunicación también me sirvió bastante. Pero no se engañen, hice grandes cosas. Me puse como meta mejorar las vidas de la gente de a pie, como yo. Después de todo, nadie conocía los problemas que vivíamos las personas humildes mejor que yo.
Comencé a dar a conocer mi nombre a la opinión pública de modo positivo, entregué fondos para cableado eléctrico en poblaciones, inicié fundaciones de ayuda comunitaria en zonas periféricas, en fin, ayudé a mi gente. Y todo rendía frutos. Era el karma, seguramente. Por ejemplo los vacíos legales relacionados a las fundaciones ofrecían métodos de lavado de dinero que hasta un niño podría operar, y ganancias que hasta a un santo lograrían corromper. Me beneficié de seguir el ejemplo de próceres que descubrieron el nicho de negocio de las fundaciones antes que yo.
No quería quedarme fuera de nada donde hubiera mucho dinero disponible. Ya saben, compartir, yo también quería un poco de toda esa prosperidad que ofrecía nuestro sistema, y si usar corbata era el precio que había que pagar para ser respetado por la comunidad, estaba dispuesto a hacerlo.
El único negocio en el que no me había involucrado era el de la fe. Por esos días abundaban las iglesias y grupos religiosos. Mientras más pobre el sector, más iglesias había por cuadra, “Sin muros”, “Iglesia universal”, “Voz de Dios”, etc. Porque claro, no hay otra cosa que exprima a las personas durante todas sus vidas y que además esté exento de pagar impuestos. Esa fue mi siguiente aventura. Inventé una congregación semi-basada en la biblia, como todas, y vi a los idiotas pagarnos en esta vida por la promesa de vivir mejor en la próxima.
Mi organización criminal proveía de drogas duras a las poblaciones y nuestra agrupación religiosa les sacaba la plata a esas mismas poblaciones, más inclinadas a recurrir a la religión por los efectos de las drogas en las comunidades. Era un círculo vicioso que nos enriquecía. Si la religión es el opio del pueblo, el opio no sé qué vendría a ser, pero también lo vendíamos.
Por esa época el jale se convirtió en mi droga favorita, porque me proveía de la energía que necesité para entrar con fuerza al mundo de la política. Todos lo hacían en el mundo de la política, te sorprendería saber. En fin, todo resultó rápido y eficiente, me alié con un diputado independiente que conocía más del mundillo y que me explicó lo fácil que era falsear tu biografía cuando controlas los medios. Con algo de trabajo podía quedar como un santo, “Mira lo que hizo Piñera” me dijo, y si, todos se creen tu cuento si parece venir desde una autoridad. Saqué diarios gratuitos de tinte popular donde podía mostrar todo el bien que estaba haciendo con mis fundaciones y mi ayuda comunitaria a la vez que manchaba la reputación de mis enemigos políticos.
En las elecciones parlamentarias del año antepasado, salí electo senador de la región de Aysén, donde nunca he puesto un pie. Este año estoy liderando las encuestas presidenciales, y sí, probablemente votarás por mí, porque aceptémoslo, entre los demás candidatos, soy claramente el mal menor.
Y más importante aún, soy el único candidato que te identifica.
Si. Todos en la política tenemos historias parecidas, al menos los que venimos de abajo. Los que siempre tuvieron plata son aún peores porque hicieron las mismas cosas, pero usaron a otros para no ensuciarse las manos.
Esos zombies políticos están desconectados de la realidad. Yo sí siento como tú. La angustia por la fragilidad de la vida, las dudas sobre la autenticidad de lo real. Por eso siempre estoy investigando los límites de todo y de todos. Poniendo a prueba a la gente, viendo arder a quienes se descuiden. Yo soy el único entre todos ellos que te verá de verdad. Que se preocupará de enfrentarte con el gran monstruo del propósito de la vida. Ocurrirá lo quieras o no, porque voy en ascenso,
y nada me detendrá.
FIN
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