—¿Tienes los documentos?
—Así es. —le entregó un sobre—. Allí está todo lo que necesita.
—Buen trabajo, Lía. —Kubrat le dio un apretón de manos, pero no sin antes lanzar una mirada de advertencia.
—No se preocupe —dijo ella—. Ya le dije que tiene cuanto necesita, incluido el nombre de sus padres, cosa que creo le será bastante útil.
—¿A que te refieres? —preguntó el hombre abriendo la carpeta que contenía el sobre.
—Yahel Bail.
Kubrat Bejinov abrió los ojos sorprendido.
—¿Te refieres a?
—Es el nombre del padre de la chica.
Kubrat empezó a reír, lo hizo tan fuerte y en forma tan alegre que logró confundir un poco a Lía, ella sabía que el hombre era valioso, pero la risa de Bejinov hacía creer que acababan de hablarle de un viejo amigo.
—¡Vaya! —dijo al fin secándose las lágrimas—. ¡Esto va a estar bueno! —se despidió sin decir mucho, pero agradeciendo de forma extrañamente amable.
Lía lo observó largarse con un deje de duda en mente, pensó en usar un poco de su poder para adivinar los pensamientos del viejo, pero se detuvo apretando los labios; por un instante la tentación fue tan alta que casi lo intentó… Pero no. Si algo tenían los Bejinov, era poca piedad hacia los traidores, y ese viejo en definitiva era un asesino. Lo mejor era no arriesgarse, no más de lo que ya estaba haciendo.
Se largó del salón 038 de Veaux pasando todas las cerraduras y marcando los códigos impuestos por el complicado sistema de seguridad. Algo interesante de la institución eran estos salones; la disposición y ubicación de estos siempre habían sido tema de debate entre los profesores, más que salones de reuniones parecían altares para sacrificios. Había un total 30 salones y todos, se encontraban ocultos entre los pisos, además de mantener una seguridad increíblemente rigurosa.
Lía llevaba alrededor de 6 años trabajando en Veaux, y desde los 15 para los Bejinov. La adultez había hecho estragos en ella, la belleza que una vez mantuvo en su adolescencia se había esfumado al cumplir la treintena. En parte se lo atribuía al estrés de trabajar para la familia Bejinov, sin duda Kubrat había contribuido al par de arrugas que surcaban su morena frente.
Entró caminando a la oficina, eran las 6:45 am. Yalick llegaría a eso de las 7 am. Tendría tiempo de organizar los archivos del día y echar un vistazo a uno que otro documento.
En Veaux todos sabían que servía a la familia de Kubrat, ese era el motivo de que algunos callaran al entrar en un salón o al verla caminar por los pasillos; pero eso no era de importancia, en el instituto había al menos otras 8 personas que “representaban” a una de las familias importantes. Esas situaciones formaban parte del intento de mantener el equilibrio por parte de las cabezas regentes.
Secretos, esa era la palabra clave.
Incluso la única familia Dalia tenía a su representante. El propio director era la pieza de los Bail.
Piezas, otra palabra clave.
No resultaba raro que las familias poderosas tomaran a personas como simples peones, la historia lo había demostrado. El hombre es un ser con ansías de conquista.
Pero ella no tenía elección. Fue vendida a la familia mas grande de asesinos que pudo conseguir su madre.
Temor, tercera palabra clave.
Lía llevaba en su agenda una serie de palabras escritas al azar, cuando llegó Yalick. Bajó las piernas del escritorio y cerró la agenda.
—Buenos días —dijo con una sonrisa de cansancio.
Yalick respondió con un asentimiento de cabeza.
—Tenemos una situación los estudiantes de Loau, al parecer el número de aplazados en sus clases es demasiado alto. El comité amerita una reunión con la profesora, la información está lista, te llevo la carpeta en cuanto te acomodes.
—De acuerdo —respondió Yalick sin más y cerró la puerta de su oficina.
—Mocoso malcriado —comentó Lía cansada.
Estaba acostumbrada a la actitud fría de Yalick pero eso no significaba que le agradara.
“Costumbre no es igual a tolerancia”
Escribió en la agenda y luego la cerró.
Sacó el mar de carpetas y empezó a examinar a los estudiantes de la clase de Loau.
90% de aplazados, eso no era normal, en definitiva. O los chicos lo hacía terriblemente mal o la profesora estaba fallando con los métodos de aprendizaje. Y ningún padre aceptaría que sus hijos están en un error cuando 9 de 10 están igual, culparía a la pelirroja del fallo masivo. El puesto de la mujer estaba en la cuerda floja.
El bit constante de su celular la sacó del ensimismamiento.
—¿Diga?
—Necesito verte hoy al anochecer.
La mujer se puso tensa.
—¿Quién habla?
La fría voz al otro lado del auricular respondió.
—Es Víctor Jones.
Lía trató de hacer conexiones ¿Víctor Jones? ¿El hermano de Margaret Jones?
—¿Qué quiere? —dijo con tranquilidad entrenada.
—Solo mantener una conversación que puede ser de su agrado, señorita Kurish.
Lía volvió a ponerse tensa. El apellido Kurish había sido borrado de su registro en cuanto fue tomada por la familia Bejinov.
—Ya que tiene mi número le pido que me mande la hora y dirección en cuanto le sea posible. —colgó la llamada.
La voz de Yalick retumbó a su costado.
—Lía, necesito que me entregues los papeles de Loau.
—Ahora voy —respondió ella al instante.
Sin algo agradecía a la sangre Alesia era el sexto sentido que desarrollaban. De no haber colgado en ese momento Yalick pudo haberse enterado de algo.
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