En el palacio se celebraban los premios más prestigiosos de cine y televisión que nadie pudiera imaginar. Se nominaba la mejor serie según su género, las mejores películas, las actuaciones más brillantes, la banda sonora más destacada, los guiones más ingeniosos, los efectos especiales más espectaculares ... toda la creatividad tenía un merecido premio tanto de público como de crítica en aquel lugar. Pero en cambio no se notaba ningún tipo de arte en el ambiente. Todo era glamour. Durante las primeras horas se dedicaban a valorar la apariencia de las mujeres que acudían a la gala. Criticaban la elección de sus vestimentas, el tipo de peinado, las joyas, el maquillaje... De algún hombre también mencionaban algo pero en realidad la mayoría iba más o menos igual. Podías quedarte durante horas esperando a que terminase aquel desfile de moda injustificado y comenzase el espectáculo de verdad. En el fondo no era más que una pantomima, lo que le importaba a la gente era ver a las personas más guapas, no a las más creativas; a las mejores vestidas, no a las más talentosas; a los que mejor hubiesen invertido su dinero en su apariencia, no en sus obras. Así que harto de tanta falsedad apagó la tele y volvió a su mesa de trabajo, a crear.
Comments (0)
See all