Su plan debería haber funcionado a la perfección, así que no entendía qué había ocurrido. La noche anterior estaban viendo las televisión, cómodos en el sillón, hasta que empezaron las noticias. En ese momento decidieron levantarse y empezar a preparar las maletas para el viaje del próximo día. Aprovechar esa semana libre era esencial. Mientras seleccionaban la ropa más adecuada, los periodistas avisaban del mal tiempo, de la alerta que había lanzado la Guardia Civil, de la nieve que era muy posible que cayese y de cómo se extremasen las precauciones. Pero no escucharon nada de esto, estaban discutiendo sobre la mejor ruta para llegar a su destino o la forma más idónea para que cupiese todo lo que querían llevar en las mochilas. Al día siguiente ni pusieron la televisión, total, ¿qué les iba a aportar? Y allí estaban ahora, paralizados en el medio de la carretera junto a otros coches a los que seguramente les había sucedido lo mismo, atrapados en el medio de la nieve, sin cadenas, sin comida, sin ningún refugio en kilómetros a la redonda, sin posibilidad de pedir ayuda. Maldiciendo su mala suerte y lo desgraciados que eran porque nadie les había avisado de que esto iba a suceder.
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