Sus ojos apenas podían permanecer abiertos por mucho que se esforzase. La noche había sido criminal, no había podido conciliar sueño en ningún momento y ahora estaba sufriendo las consecuencias. Desde que se había acostado habían empezado los ruidos, extraños sonidos que parecían provenir de todas partes. Por momentos parecía que venía de la montaña que había detrás de su hogar pero en otras ocasiones parecía venir de las cañerías o de debajo de la tierra, incluso a veces parecía que estaba dentro de las paredes. No podía entenderlo. Se levantó varias veces a comprobar qué podía ser pero cada vez que se acercaba al que parecía su origen, este cambiaba al lado contrario. No ocurrió una ni dos sino varias veces, toda la noche, y cada vez el escándalo era más sonoro, más inquietante, más terrorífico. Al final llegaron las primeras luces del alba y por fin la terrible tortura terminó. Pero su mente no había podido descansar y ahora no era capaz de andar apenas o tan siquiera hablar. Se quedó en cama con los ojos entrecerrados, delirando, repitiendo el sonido que había escuchado, el terrible aullido, una y otra vez hasta que no pudo más.
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