— ¡DEJA DE HACER ESO!
Su risa infantil regresó. Una familia que pasaba por el lado no pudo evitar mirarme con reprobación: Un adolescente probablemente viendo un video en su celular, algo que tenía que ver con una infante. El padre me veía especialmente mal.
Le miré con cara de pocos amigos. Es usted el pervertido que se imagina cosas, señor.
— Como te dije: No puedo entender a los humanos. — Mi mano derecha se posó sobre mi mejilla, como si estuviera reflexionando. Era ella moviéndome a la fuerza, jugando conmigo como si fuera un muñeco. — En un momento quieren cosas, luego se niegan, se quejan, te piden que digas algo y luego resulta que no les satisface. Uno perdona sus faltas y luego te gritan. Son seres completamente incomprensibles e impredecibles.
— Te detesto.
— Estoy para servir.
— ¡Pues sirve de algo y ayúdame a llegar a casa!
— ¿Qué crees que he estado haciendo? — Preguntó casi como si estuviera ofendida.
— ¿Ah?
¿Qué? ¿Acaso era cierto?
Levanté la mirada, creyendo reconocer el barrio. Mil y un preguntas surgieron acerca del cómo y cuándo había llegado tan cerca de mi hogar. Mi estómago gruñó, exigiendo algo de comer. Mi enojo, mi irritación hacia Vis se convirtió en polvo: de alguna forma u otra ella me acercaba a mi casa. Me tragué mis palabras y mi orgullo.
— Vis, yo...— Me rasqué la nuca, arrepentido de tanto maltrato. Debía agradecerle por lo menos. Me tardé en decirlo — No sé qué decir. Gra…
— Nah, era broma, no tengo ni idea de donde estamos. El GPS indica que por alguna razón estamos en medio del mar.— Tarareó una cancioncilla. — Pero sin duda me divierte que te lo hayas creído. ¿Te gusta la comida marina?
Mis puños empezaron a apretarse.
— Tú sí que me haces reír, Aron. — Liberó una carcajada sintética. — Aish estos humanos, ¡creen lo que sea que les digas, jaja!
Preso de una furia que resurgía, indignado por el engaño que se valía de la propia necesidad de llegar a mi hogar, actué sin pensar. Mi puño viajó en dirección a mi abdomen, exactamente el centro del traje que llevaba puesto. No hubo mayor reflexión. Era un golpe limpio, frustración pura.
— ¡Ugh…! — Me quejé ante mi auto infringido golpe.
— Espera, espera. — Insistió Vis, incrédula y sin haber sufrido la más mínima molestia. — ¿De verdad pensaste que eso iba a funcionar? ¿Llegaste a considerar que golpearte a ti mismo me haría algún tipo de daño?
— ¡Tienes…! ¡Tienes que estar bromeando! — Caí al suelo al tiempo que mis brazos se movían sin control. Alguien lo estaba disfrutando exageradamente. — ¡Y se supone que los humanos tienen sentido de supervivencia! ¿Ese es el que tienes? ¿Golpearte a ti mismo? ¡Jajajajaja!
¿En que estaba pensando? Era una máquina, una personalidad simulada por una computadora, no estaba programada para sentir dolor. Era como golpear una muralla con los puños: solo tú quedabas herido.
— ¡La única explicación es que estás…! — Las risas disminuyeron de repente. Los brazos quedaron inertes. — ¡Estás def…!
La duda colmó la voz de la IA.
— ¿Defectuo…?
Vis calló, cortando la palabra siendo incapaz de seguir. Miré al suelo, sabiendo cuál era la palabra incompleta.
— Defectuoso. — Admití a duras penas, aunque solían preferir palabras como inútil o tonto con más frecuencia.
Recuperé el control de mis brazos y me levanté como tantas otras ocasiones en los pasados días. Sin embargo, todo parecía más pesado, en especial después de esa palabra.
— No es necesario que lo digas, Vis. — La frustración me dominó por completo. — Sé perfectamente lo que otros piensan de mí, y eso te incluye a ti.
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BIZC-8 continuará la próxima semana
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