Me paré a duras penas, aturdido por mi propia peste. Tenía que conseguir una ducha en alguna parte. Era imperativo por el bien de la humanidad.
— Vis — Me sacudí los pantalones con cuidado de no abrir mucho mis brazos. — ¿Sabes en qué parte de la ciudad estamos?
— ¡Pfff! — Se burló, soltando una carcajada. — ¿Qué clase de pregunta es esa? Créeme, no quieres utilizar una de tus oportunidades para saber algo tan simple.
Solo con eso recordé lo de las tres preguntas, aunque tampoco le costaría mucho dar una respuesta de cortesía para salvar al mundo, y a mí, de esta pestilencia. Le di unos momentos, creyendo que era otra de sus bromas. No, no iba a decir nada que pudiera ayudar en nuestra situación.
— ¿Esto es en se…?
— Si, es en serio. — Confirmó con premura. — Tres oportunidades antes de… de…
Su voz se vio reemplazada por la risa traviesa de una niña de cinco años.
— ¡De los golpes eléctricos, por supuesto!
Empecé a caminar sin ninguna pista de dónde estaba, ofuscado por la poca ayuda que Vis me daba.
— No puedo creerlo. — Negué lentamente. La verdad es que lo creía totalmente.
— Pues créelo. Puedo darte una demostración ahora si es lo que quieres.
— ¿Demostración de…?
— ¡De un golpe eléctrico, por supuesto!
Mi pelo se puso de punta, mis ojos abiertos como si hubieran sido testigos de mil horrores. El resto de mi cuerpo se paralizó y las carcajadas de Vis se introdujeron por mis odios, riéndose como si fuera la malvada de la película — si no lo era, estaba cerca.
— ¡Uhuum! ¡Nada como un humano à l’électricité! — Se rió otra vez, satisfecha de su propia broma. — ¿Puedes sentir el aroma? ¿Lo ligeramente rostizado que estás? No hay mejor forma para subirle el ánimo a una IA.
— ¿I—IA? ¿Inteligencia Artificial…? — Dudé acerca de lo que acababa de escuchar, todavía con el estómago revuelto ante el golpe de corriente. Pronto volví a la realidad. — ¡Eso no fue para nada una pregunta!
— Era solo una demostración, Aron. Se más maduro y aprende a reírte de las bromas.
— Reírte es fácil cuando tú no eres la rostizada… — Comenté por lo bajo.
— ¿Disculpa? ¿Dijiste algo?
Pude escuchar el sonido de unas chispas, sin saber de dónde provenía.
— ¿Qué? No, no. ¿Qué dije? Nada. Ja… Jaja… Nada…
Las chispas desaparecieron. El monstruo fue apaciguado por unos minutos.
— Lástima que no te gusten las demostraciones. La próxima era una muestra de plumones y marcadores Covac — Su voz se tornó plástica, prefabricada, como si estuviera escuchando un comercial en la radio o en TV. —, tinta única y perfecta para diseñadores.
Me quedé en silencio, procesando lo que acaba de escuchar.
— ¿Acaso lo que dijiste era publicidad?
Un “¡Ding!” indicó que la primera pregunta acababa de ser aceptada.
— ¡No, espera, esa no era mi primera…!
— Si Aron, era publicidad. — Vis habló engreídamente, recuperando su voz tradicional. — Tengo acceso a internet, es más que obvio que salga algo de vez en cuando, daah.
Quedé con un dedo levantado, aun queriendo entender del todo qué era lo que decía. ¿Una inteligencia artificial? Toda posibilidad de que esa voz fuera una mujer real hablando a través de un transmisor se derrumbaba ¿Acaso estaba integrada al traje? Pero no tenía tiempo para pensar en eso: ¿Internet? ¡¿INTERNET?! He estado vagando por la ciudad tratando de llegar a mi hogar, ¡cuando ella pudo guiarme desde el primer momento!
Resoplé, retomando la calma. Ser agresivo con Vis no servía de nada, mucho menos cuando puede darte cachetadas con tus propias manos o un “inofensivo” choque de electricidad.
— ¿Cómo…? — Respiré profundamente, llevándome mi mano izquierda a la nuca. — ¿Cómo es que no has usado un GPS para ayudarme a llegar a casa?
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[BIZC-8 continuará la próxima semana]
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