— ¿¡Que me calle!? ¿¡Que me calle dices?!
La mano izquierda también quiso ser parte de la fiesta. El mundo dio vuelta, su fuerza era claramente superior: salí disparado sobre otro par de bolsas. El olor a pañal volvió triunfante, pero afortunadamente — o más que fortuna, intervención divina — estaba lo suficientemente aturdido como para no darme cuenta que estaba usando uno como sobrero.
— ¡Ohh…! Ahora no respondes, ¿Eh? ¿¡EH!?— Tú. Sí, tú, voz extraña, si no te has dado cuenta me acabas de dejar inconsciente—. ¿Sabes qué? ¡Me largo! ¡Estoy harta! ¡Ni que necesite tu ayuda o parecido…!
Mi pierna izquierda empezó a moverse de forma errática, casi como si tuviera algún error en la programación. Los brazos no tardaron en unirse a esa grandiosa demostración de mala coordinación, moviéndose como si fueran alas de colibrí.
— Ugh… ¿Cómo es que haces esto todos los días?
El intento de movimiento se extendió por todo mi cuerpo a excepción de mi cabeza, que no era nada más que peso muerto. Las marcas dejadas por ambas cachetadas eran más que perceptibles, y es que los golpes no solo fueron abismalmente fuertes, sino que sorprendentes ¿Quién espera que tus manos te golpeen siguiendo las órdenes de una voz imaginaria?
<<Un momento… eso no suena bien. Quizás debería ir a un psicol… Uh, algo está pasando.>>
De pronto, en un momento de genialidad, ambas piernas se estiraron. Los brazos se apoyaron en el suelo, levantándome apenas unos centímetros gracias a una voluntad ajena.
— ¡Ajá! — Exclamó ella con inesperada felicidad. Ello. Eso. Lo que sea.
La emoción en su voz se acabó cuando se dio cuenta que no podía subir más. Sus susurros de quejas acalladas fueron disminuyendo hasta que no fueron más que un simple “Hmf” prolongado en el tiempo. Una inocente gotita de saliva cayó al suelo, babeando sin conocimiento.
Durante los siguientes minutos no hubo más que botellas chocando entre sí, basura desparramándose y bolsas moviéndose por esa imbatible fuerza que controlaba cada una de mis extremidades. Tras mucho aprendizaje, coordinación y esfuerzo yo estaba de pie. “Yo”.
— ¡Lo hice! ¡Lo hice! ¡Jajaja! — Soltó un sonido muy similar al de la risa, ansiosa de acabar de demostrar que podía valerse por sí misma.
Y ahí estaba. Lo logró. Mi cuerpo estaba parado en la postura más vertical posible, ambos brazos pegados a los costados y las piernas juntas entre sí. El ensayo y error le estaba dando frutos. Solo mi cabeza colgaba hacia atrás, inerte, siendo el único lugar de todo mi ser sobre el que no podía establecer su control.
Pronto, el mundo comenzó a inclinarse a la derecha. Aunque no era el mundo, sino mi cuerpo. Lento en un principio, como cuando acaban de talar un árbol. Lo demás se volvió mucho más rápido en cosa de un instante, emulando el comportamiento de una tabla al caer de lleno al suelo. Cuánto maltrato hacia mi persona.
— Concéntrate. Coordina—. Se autoaconsejó. Necesitó de varios minutos para volver a ponerme de pie, esta vez adoptando una postura más estable. La voz no sabía cómo mover el cuerpo humano, pero aprendía muy rápido, fuera eso bueno o malo—. Pierna “A” … ¡Avanza!
La pierna diestra se levantó, dispuesta a realizar el primer paso exitoso. Cada segundo en el cual la extremidad emulaba el movimiento de caminar, lento pero seguro, era motivo de gran orgullo para ella.
Pero claro, no duró mucho. Y es que en cuanto al equilibrio, yo tenía unas cuantas críticas para nada constructivas respecto a su técnica.
— No… no, no, no… — Negó aceleradamente al ver cómo mi cuerpo, todavía inconsciente de cada acto realizado por ella, comenzaba a tambalearse—. ¡No, no, no, no!
_________________________________________________
[BIZC-8 continuará la próxima semana]
_________________________________________________
Comments (0)
See all